30 noviembre, 2005

La historia que me ha tocado vivir


Foto: EDDY MARTIN
“Una vez sentí que alguien me tocó el pelo mientras cocinaba. Sentí las manos de Gerardo. Otro día tuve un sueño bellísimo con él, me dio mucha vitalidad, y cuando le comenté esos dos momentos, a él le habían sucedido cosas parecidas en la prisión. Habíamos soñado cosas diferentes, pero con la misma base, que era el reencuentro. Son cosas que te conmueven o te estremecen, pero estás consciente de que ambos seres están vivos, de que ese amor está vivo”.

Los ojos de Adriana Pérez se humedecen cuando revive esos sueños, por más que Gerardo le pide como único regalo “no estés triste, no te dejes caer, porque aunque el día sea cabrón para nosotros hay que buscar la parte positiva”.

“Yo extraño todo de Gerardo, pero hay dos cosas muy grandes: el beso en la frente y su sonrisa. No he aprendido a vivir sin eso”.

¿Cómo es tu relación con él?

“Me cuesta trabajo definirla. Tratamos de hacerla normal a pesar de la lejanía, mantener las ilusiones, los planes, contarnos todos los detalles de nuestras vidas. Vivo en función de su regreso, y aunque sepamos que puede estar lejos, o quizás la vida nos sorprenda y esté más cerca de lo que pensamos, la propia situación legal hace que esta relación se mantenga viva, no sólo por el recuerdo sino también para el futuro.

“No es lo mismo cuando uno de los dos está molesto por algo, o estamos viviendo un momento difícil como el actual, por la espera del resultado de la apelación. Eso mantiene los nervios en un desequilibrio constante, pero no faltan una carta, una postal, una palabra de aliento, un regaño, una crítica...

¿Ustedes se ponen bravos?

Claro. Las personas idealizan a los héroes, pero ellos son seres humanos, hombres con defectos y virtudes, con esposas que también tienen defectos y virtudes, y una relación por muy armoniosa que sea siempre conlleva diferencia de criterios. Cada uno defiende su punto de vista sin que eso nos lleve a un abismo.

¿Recuerdas la última vez que te regañó?

Hace un par de días. Yo consideré que no me merecía este último regaño: él me pidió que llamara por teléfono a una anciana de Cienfuegos que le escribe, y le dijera que le había enviado dos o tres cartas con una fotografía para, si demoraban, que supiera que estaban en camino, porque quería saber si la correspondencia que le mandaba le estaba llegando...

“Yo no pude comunicarme con la señora y le mandé el recado con otras amigas de Gerardo que sí reciben la correspondencia. Yo tuve muchas cosas más que hacer y no volví a llamarla, y Gerardo recibió una carta de ella donde se quejaba, pues a pesar de escribirle con mucha dificultad a causa de la artritis de sus manos, no había recibido respuesta.

“Gerardo me reclamó porque él había tenido la precaución de no lastimar a esa señora, me había rogado que la llamara. Primero me sentí dolida, luego entendí que él está muy lejos para hacerle llegar a esa anciana todo el cariño y el afecto que siente por ella. Me utilizó de puente y le fallé. Me decía en una carta: ‘no te estoy descargando, simplemente te estoy comentando lo que yo sentí, y siempre se puede más’. Gerardo me regaña porque me ha tratado como una niña siempre y yo lo trato a él igual”.

¿Cómo te llegan tantas muestras de solidaridad?

“Me llegan de muchas maneras, pero la espontánea, esa que recibo de la gente en la calle, de alguien que me reconoce al pasar y se acerca a mí con alguna muestra de entrega, con un gesto, una mirada, un beso, un abrazo... o quienes te dicen ‘sentimos mucho lo que están pasando’, ‘estamos orando por ustedes’, ‘confiamos en que van a tener hijos’, ‘yo tengo nietos que podrían ser como sus hijos’ hacen que por momentos las lágrimas me broten. Esos gestos llegan muy hondo”.

Tantas actividades juntas, ¿...?

He tenido que aprender a vivir con todas las responsabilidades, los deberes y con esta parte de la historia que
me ha tocado vivir. No estoy adaptada a la vida pública, a llevar la condición que el pueblo me ha dado. Tengo la ventaja de recibir todo ese apoyo, de demostrárselo a Gerardo, a cualquiera del resto de los familiares y eso es una bendición, no nos queda otra alternativa, porque el Gobierno de Estados Unidos nos obligó a ser voceros de la causa de los Cinco. Entonces, echas atrás todo lo que pueda representar cansancio, agobio, tormento,...”

¿Y tu vida laboral?

“Mi vida laboral es un conflicto, quisiera dar mucho más de lo que doy, pero tengo que llevar todo a la vez, es una limitación temporal y mis compañeros lo saben, me apoyan y tienen todo mi reconocimiento.

¿Recuerdas el último día que viste a Gerardo?

“Yo sabía que se iba de viaje de trabajo, nunca pensé que esa era la última vez por un largo tiempo. No lo puedo olvidar: “fue la última vez que nos miramos, el último beso, el último abrazo. Gerardo siempre me decía ‘vamos a vivir el día como si fuera el último’, y eso nos enseñó a aprovecharlo todo, por mínimo que fuera. Su intención era que yo lo tuviera presente en cada momento de mi vida, y así es”.

¿es celoso?

“Muchísimo. Más que celoso es posesivo, sin que conlleve una crisis. Tiene mucha confianza, pero no concibe nada que pueda rozarme sin que él esté consciente, cada detalle de mi vida, de mis pasos, porque es la forma de estar presente.

“Él me dice: ‘tu eres mi reina, mi niña, mi mujer, mi bonsai’, pero a veces yo protesto y él riposta, ‘si no te puedo llamar mi reina, ni mi niña, ni mi mujer, cómo te llamo entonces, chica’. Todo es en broma, pero no hay duda de que yo soy de Gerardo, como Gerardo es mío.”

¿Cómo eludes que un hombre te enamore, que te digan piropos...?

“No creo que me miren con otros ojos que con los de admirar a alguien que dedica su vida a un hombre. No es sólo el respeto por mí, es el respeto a Gerardo. No te puedo negar que en algún momento escucho un elogio, una exclamación, pero siempre hay alguien que dice: ‘es la esposa del héroe, de uno de los héroes.”

¿Y los hijos?

“Nuestra relación se ha alimentado de muchas cosas buenas. Gerardo no se alejó de mí porque quisiera, se alejó por ese gran amor que siente por la humanidad. Era sacrificar un amor por un gran amor, del que también yo soy parte.

“Conservamos una esperanza en la apelación de Atlanta y que todavía yo esté apta para asumir una maternidad, confiamos en que eso pueda ser de manera natural... Otra decisión habría que tomarla en un momento determinado y la afrontaremos.

“Lee, mira lo que Gerardo me dice: ‘Lo nuestro se va a resolver, no sabemos cuando, pero si tú decidiste seguir montada en la bicicleta, mientras no decidas bajarte, tienes que darle a los pedales y tratar de ver lo bonito del paisaje... no vamos a ser el único matrimonio que no tenga hijos y no por eso dejaremos de ser felices’. “

¿Y si Gerardo entra ahora por la puerta?

“Soy una persona muy optimista, pero no dejo de ser realista. Esa es una de las cosas que trato de no soñar. Yo no sueño con el encuentro, yo quiero vivir el encuentro tal y como suceda.

Por África también se les castiga


Foto: EDDY MARTIN.

René, Fernando, Gerardo, Ramón y Antonio “están pagando por el odio que Estados Unidos le tiene a la Revolución cubana, porque fracasó Bahía de Cochinos, porque los gringos no lograron matar a Fidel”, afirmó Piero Gleijeses, profesor de Política Exterior de la universidad norteamericana Johns Hopkins, en entrevista exclusiva para Trabajadores.

“Otra de las razones por las cuales se han ensañado con ellos es por lo que Cuba hizo en África Austral, particularmente en Angola: Esta pequeña isla derrotó a Estados Unidos y a sus aliados, y esos cinco hombres son parte de esa historia, ese es el ‘crimen’.”

El prestigioso investigador de origen italiano, autor del libro Misiones en Conflicto, una interpretación objetiva de la presencia internacionalista de Cuba en África, dijo que la evidencia se hizo abrumadora: los cubanos que combatieron en Angola no son como los soldados de otros ejércitos, a quienes mandan y punto, son hombres del pueblo que dieron su disposición y asumieron por voluntad ese compromiso con sus hermanos negros.

Tal apreciación fue corroborada por el periodista de The Washington Times, Roger Fontaine, cuando en febrero de 2002 refiriéndose a esa obra de Gleijeses, publicó: “Él me convenció de que Cuba… actuó por su propia voluntad en apoyar a los ‘revolucionarios’ en el este del Congo y Angola… No eran meros subrogados soviéticos ni marionetas…”

Con la seguridad de quien ha buscado con hondura en la historia de la participación cubana en la liberación africana, dijo que miles de jóvenes como René, Fernando y Gerardo, prorrogaron sus sueños y a riesgo de sus propias vidas respondieron voluntariamente al sagrado sentimiento del internacionalismo para compartir las trincheras de combate junto a los hermanos africanos.

Muchos de ellos, discípulos del Che Guevara, derramaron su sangre en tierras angolanas, etíopes, congolesas... Gleijeses elogió la actitud de Nelson Mandela, quien ha reconocido públicamente la ayuda que Cuba brindó a África durante las campañas de liberación. En su libro Misiones en Conflicto esboza una cita del líder africano cuando, en julio de 1991, visitó La Habana: “Venimos aquí con el sentimiento de la gran deuda que hemos contraído con el pueblo de Cuba. ¿Qué otro país tiene una historia de mayor altruismo que la que Cuba puso de manifiesto en sus relaciones con África?”

El profesor manifestó su satisfacción por el gesto que han tenido Namibia y Angola de reconocer, particularmente, a tres de los cinco cubanos prisioneros en cárceles norteamericanas, por la ayuda que brindaron a sus pueblos. Durante la conversación, Piero desplegó todas sus dotes pedagógicas.

Persuasivo y preciso, como si quisiera remarcar sus palabras, fue al detalle: “Es necesario llegar con expresiones de otros países al gobierno de Estados Unidos, condenarlo en foros internacionales, influir en la opinión pública del pueblo norteamericano para que conozcan el crimen que se está cometiendo con estos cinco cubanos.

Conocedor de la sociedad norteamericana, Gleijeses se duele que en Estados Unidos no haya más movimientos de solidaridad con Cuba. “Cada uno de ellos debiera tener como tarea principal el respaldo a los Cinco. Los norteamericanos desconocen que Antonio, Fernando, Gerardo, Ramón y René lucharon contra el terrorismo dentro de ese propio país, no saben lo que sucedió realmente en Angola, no saben nada, porque la gran prensa nunca habla de esto”.

La contribución de este catedrático a la excarcelación de los Cinco está plasmada en un volumen de 20 capítulos escritos por igual número de personalidades del mundo y coordinado por Salim Lamrani, que verá la luz en la XIV edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana.

“El caso de los Cinco es una barbaridad, una salvajada, precisó Piero Gleijeses. No hay que dudar que estos hombres fueron víctimas de un juicio totalmente amañado, que no se corresponde con la verdad. El mundo tiene que denunciarlo.”

Su dolor en mi propia carne


Revelaciones de un ex preso político sudafricano sobre la represión y la brutalidad del apartheid y de la policía de ese país, contra los estudiantes en la década del 80, y su conexión con los cinco cubanos injustamente encarcelados en Estados Unidos

“Después de mucha meditación, hemos decidido revelar las historias de muchos jóvenes y la brutalidad del sistema de apartheid impuesta a los estudiantes sudafricanos de la enseñanza media, durante la década de los 80”. Así respondió Chris Matlhako, ex preso político sudafricano, a la solicitud de Trabajadores, de conocer su conexión con los cinco cubanos injustamente encarcelados en Estados Unidos.

“Mi historia, como la de muchos compañeros en esa época, está estrechamente vinculada al esfuerzo por la liberación nacional. Muchos estudiantes de la enseñanza media nos involucramos en la política después de la declaración del Congreso Nacional Africano en el exilio y a sus exhortaciones: ¡Hagan el apartheid inoperante y hagan el apartheid de Sudáfrica ingobernable! Protesten en las calles y boicotéenlos.

Chris cuenta que muchos jóvenes fueron arrestados. Él fue detenido en abril de 1985: “Nos mantuvieron en confinamiento solitario por 14 días, medio desnudos. Nos torturaron brutalmente: las piernas atadas a la silla y la cabeza cubierta con una bolsa negra, para después ponernos encima de una mesa y aplicar electricidad en las partes más íntimas.

“El objetivo era que hiciéramos confesiones de que el ala militar del Congreso Nacional Africano —MKhonto we Sizwe (MK)— estaba trabajando con nosotros y que nos proporcionaban armas y bombas para matar a la gente blanca.

“Durante este tiempo las visitas eran sólo para los miembros de la familia, con un permiso especial del Gobierno.

“Todos teníamos entre 16 y 17 años de edad, y aun sin experiencia militar éramos tratados como una amenaza para la seguridad nacional. Nuestras fotos fueron ubicadas en todas las estaciones de policía.

El secretario general de la Brigada de Solidaridad Cuba—Sudáfrica, quien visitó recientemente la Isla, relató que el Congreso de Estudiantes Sudafricanos (COSAS) estaba prohibido. Para el 20 de agosto de 1985 se declaró un estado de emergencia, “todos fuimos liberados para ir a juicio, pero se extendió tanto en el tiempo el inicio del proceso judicial, que nuevamente fuimos arrestados. Allí compartimos celdas con asesinos comunes durante 14 meses, sin seguir el debido proceso.

“La prisión fue un mecanismo brutal que buscaba eliminar nuestra integridad. Nuestras familias ni siquiera sabían dónde nos encontrábamos, si estábamos vivos o muertos. Podían, incluso, matarte si no hacías una confesión, o implicarte en otros actos de terror. Este era un buen pretexto para que los policías hicieran cumplir las leyes con sus propias manos; podían explicar que usted se había suicidado o caído tratando de escapar.

Para Matlhako la década de los 80, caracterizada por importantes boicots de estudiantes y movilizaciones de masas, “representó el empuje final para lograr que los racistas sudafricanos pusieran en libertad a Nelson Mandela y a sus compañeros de prisión.

“Muchos estudiantes y gente joven perdieron sus vidas durante este período, como resultado de la brutalidad policial. Algunos de nuestros compañeros tuvieron que marchar al exilio para evadir los arrestos y desde el exterior colaborar con el Congreso Nacional Africano.

En sus confesiones Chris Matlhako recurrió al pensamiento de Che Guevara, y repitió una de sus frases inmortales: ‘Si usted tiembla con indignación ante cualquier injusticia humana, entonces usted es mi compañero’.

Las palabras del joven sudafricano se quiebran con el recuerdo: “Mi madre, sola con mis tres hermanos, apenas pudo visitarme en prisión. El sistema carcelario del apartheid era muy deshumanizado. Por eso, sentimos como nuestro el dolor de los cinco antiterroristas cubanos presos en Estados Unidos; y de sus esposas, madres e hijos. Hay mucha similitud entre ellos y nosotros: detenciones arbitrarias, violaciones de los derechos humanos, injusticia y motivos políticos.

“Nos identificamos con el sufrimiento del confinamiento en solitario y por la separación de los Cinco en diferentes instalaciones. Esta es una estrategia que aplican para quebrar su resistencia.

“Estamos asombrados de la fuerza y claridad políticas de los miembros de estas familias para tratar, por todos los medios, de que los derechos humanos de sus esposos e hijos sean respetados y que se les trate adecuadamente hasta su excarcelación. Siento su dolor en mi propia carne.

“Cuando un régimen está desesperado –afirma— emplea medidas desesperadas para oprimir al pueblo, pero la verdad, al igual que el amanecer del sol temprano, es inevitable y deberá avanzar y triunfar”.

Angola me hizo crecer


El ímpetu juvenil y el sentimiento internacionalista de René González Sehwerert confluyeron en su vida de soldado durante la guerra por la liberación de Angola. Trabajadores revela los sentimientos y motivaciones que llevaron a uno de nuestros héroes antiterroristas al continente africano.

“No sé si para mediados de los setenta necesataría yo demasiadas razones para cumplir una misión internacionalista. Aquello formaba parte del ambiente. El legado del Che estaba germinando. Los crímenes del imperio laceraban la sensibilidad colectiva de los cubanos con cada noticia de una nueva agresión, o de la última dictadura militar estrenada o -hiriendo nuestra propia carne- con crímenes como el de Barbados.

“En aquellas circunstancias, la Revolución de los Claveles, que estremeció al imperio colonial portugués, fue como un aire renovador, que abrió las puestas de la soberanía para una parte de África a la que nos hermanaban siglos de explotación.

“Cuando de nuevo se recurrió al crimen y con el apoyo y complicidad de quienes hoy nos pretenden dar lecciones de derechos humanos, la Sudáfrica del apartheid se lanzó sobre el proyecto de nación que gateaba en Angola, el pueblo cubano se estremeció. Estremecido con él y gracias a la ayuda de algunos oficiales logré ser incluido en una unidad de mi regimiento asignada a cumplir misión. De esa manera me integré a un batallón de tanques, como artillero de una dotación, un día después de haber cumplido mis tres años en el Servicio Militar General.

DOS AÑOS EN CABINDA

“Tras dos meses de entrenamiento, el Batallón de Tanques T-34 arribó a las costas de Cabinda en marzo de 1977. Nuestra unidad no participó en acciones de combate, sólo fuimos parte de un cerco poco antes del regreso, cuando ya el inicial entusiasmo bélico de la juvenil tropa se había atemperado ante la inminencia de volver a casa.

“Al asombro inicial ante la exuberancia del paisaje africano siguió el contacto con una cultura y forma de vida desconocidas. Me llamó la atención la nobleza, humildad y falta de maldad de los angolanos, a quienes la misera y explotación de siglos no había logrado convertir en depredadores. La palabra de cualquiera de aquellos campesinos valía más que la constitución de todos los países “superiores” que habían ido a “civilizar” a aquel continente.

“Una experiencia impactante fue ver el hambre en los rostros y los cuerpos de los niños. Sus miradas estremecían. Por algún acuerdo tácito y silencioso cada uno de nuestros doscientos combatientes aceptó, desde el primer día, que a su magro rancho se le sustrajera una porción para dar de comer a unas doce criaturas que tres veces al día nos esperaban al borde la carretera cuando llevábamos los alimentos a una pequeña tropa desplegada cercana a su aldea.

“Hay dos momentos contrapuestos que siempre quedarán en mi memoria: aquellos rostros felices de vuelta a su aldea y ser testigo de cómo alguna familia vecina ensamblaba un pequeño ataúd.

“A falta de combates, mi permanencia en Angola coincidió con la batalla por el noveno grado. La tarea se acogió con entusiasmo, se construyeron aulas rústicas en las áreas de ubicación de cada compañía. A esa tarea agradezco mi reconciliación con las lecciones de Matemática que impartí y tuve la satisfacción de ver a un grupo de oficiales y soldados regresar a la patria con el certificado de grado de escolaridad vencido.

“Tras dos años de vigilancia e intensa preparación combativa, en marzo de 1979 los últimos efectivos del Batallón de T-34 del Regimiendo de Infantería Motorizada de Cabinda abordamos las naves que nos regresaron a Cuba, con la satisfacción de haber hecho lo nuestro y traer una experiencia única.

“Atrás en la Loma de Zende, quedaba la unidad renovada y una montaña de vivencias.

“Nunca se me ocurrió que en alguna otra experiencia —como la que estoy viviendo ahora—, llegaría a superar la intensidad y el peso de la angolana en mi formación y mi vida. Tal es el valor que doy a mis dos años en Cabinda.

OBRA DE HOMBRES IMPERFECTOS

“Aquella misión internacionalista fue la materialización de un anhelo que me hizo crecer como ser humano. No todo fue color de rosa. Tuve vivencias positivas y negativas en condiciones difíciles. Allí viví momentos de gran alegría y otros de profunda tristeza; se mezclaron camaradería con conflictos, discrepé y estuve de acuerdo, me entendí con unos y no con otros, hice buenos amigos o, simplemente, compañeros.

“Pero unas y otras, cada vivencia me enseñó algo nuevo y me hizo crecer. Muchas veces me he remitido a aquella experiencia para resolver problemas posteriores, y cada uno de aquellos combatientes —tal vez como yo en aquel momento sin saberlo a plenitud— fue parte de algo mucho más grande que cualquier de nosotros o que, inclusive, nuestro batallón.

“La experiencia angolana me enseñó que las obras más hermosas las levantamos hombres imperfectos, cada uno un breve impulso en la historia: ese continuo deshacer del entuerto que comenzó con la primera injusticia humana.

“Más que un breve impulso fue, no obstante, el papel de Cuba en esta epopeya. El impulso que significó la batalla por la soberanía de Angola en la lucha contra el colonialismo -ese cáncer social sobre el que se levantó la opulencia de lo que hoy pasa como mundo civilizado-, no paró hasta llegar al Cabo de Buena Esperanza, destruyendo toda una mitología levantada en función de sojuzgar.

“Creo que pasará algún tiempo antes de que la humanidad comprenda el altruismo de Cuba en Angola. En el mundo individualista que se nos impone, lo que alguien ha denominado “excepticismo socarrón” corroe e inmoviliza la conciencia colectiva forjada en las masas, como medio de dominio, por quienes sobre ellas levantan sus fortunas.

“Pero la historia ya está hecha, al menos hasta hoy, y la epopeya de nuestro pueblo en África es parte de ella. Y lo será también cuando todos los pueblos unidos en uno solo hayamos hundido al imperio burgués borrando, finalmente, el hambre del rostro del último niño que la haya sufrido”.

Nunca me van a vencer


A nuestros hijos les inculcamos los valores de la Revolución
Foto: EDDY MARTIN

“Mientras no se repare la injusticia cometida contra mis hermanos sentenciados a cadena perpetua, poco me importan mis 19 años en prisión”. Magali Llort Ruiz se estremeció al escuchar esta confesión de su hijo, mas, si alguna duda sostenía, quedó desecha: “yo imaginaba a Fernando en otro tipo de trabajo de acuerdo con su graduación en la universidad, y fue una sorpresa muy grande saber lo que estaba haciendo.

“Me causó mucho dolor conocer su situación, una nunca se resigna a que su hijo esté pasando por malos momentos, sobre todo si vemos la dimensión y la connotación política que tiene este mal momento, mas siento orgullo de saber la actitud que asumió en su misión y la que mantiene después de haber tenido la desgracia de caer preso.

“Llevar la vida pública que me impone su condición actual es difícil, el tiempo casi no me alcanza, porque además de dedicarme a los quehaceres de la casa, de escribirle a Fernando, hay que hacer otras cosas relacionadas con la batalla por la liberación de nuestros hijos, para traerlos de regreso a Cuba.

“A veces pienso que hacemos poco por ellos, porque la verdad se abra paso. Imagínense lo que significa sentimentalmente para una madre: mi hijo cumplía misión en el exterior, y cuando pensaba que iba a regresar lo detuvieron...

“Algunas personas pudieran pensar que es fácil hablar de la vida de uno, de ellos y de lo que han pasado, pero esto lleva un desgarramiento interno. Indiscutiblemente tenemos que encontrarnos en reiteradas ocasiones con grupos de solidaridad que no tienen los detalles del caso, entonces tenemos que hacer retrospectiva y empezar a narrar cómo han sucedido los hechos, pero la lucha nos hace crecernos.

“No todas las emociones son producto del dolor, a veces viene de un niño que en la calle te dice: ‘¿usted no es la mamá de los Cinco?’, de un impedido físico que se pone de pie y te canta una décima, o de un compañero que en la guagua dice ‘pero como es posible que la mamá de un Héroe vaya parada’. Me da pena que las personas me vean como la heroína, y hasta le he dicho: ‘compañero por favor, el Héroe es mi hijo, yo puedo coger una guagua e ir de pie, no importa...

“Son muestras de cómo este pueblo reacciona, cómo está identificado con nuestra causa. Esas expresiones de la gente llegan profundo y van trabajando sobre tu estado de ánimo”.

¿Su carácter influyó en la formación de Fernando?

“Yo pienso que sí, hasta cierto punto. Mis hijos se criaron en un hogar donde la conducta era acorde con los principios de la Revolución: no se faltaba al trabajo, se asumian todas las tareas. A nuestros hijosle inculcamos los valores de la Revolución.

“La escuela también desempeñó ese papel, pero no puede ser ella sola la que cargue con el muchacho. Siempre estuve muy atenta de saber con quiénes andaban, de conocer a la familia de los amigos. La educación tiene que partir de la casa y del ejemplo cotidiano.”

¿Cómo está presente Fernando en su hogar?

“Está presente aunque no conoce esta casa. Como él siempre quiere saberlo todo le hicimos fotos de todas las habitaciones, de todos los rincones, y cuando le digo ‘Fernan, en Nicaragua me regalaron un cuadro precioso’, trato de pintárselo, le hago unos garabatos que nunca entenderá lo que es, porque tengo muy pocas dotes de dibujo y se lo mando, entonces me pregunta ‘¿en qué pared lo pusiste, en la que da para la cocina?`, mira tú si tienes que tenerlo presente las 24 horas del día. Cada vez que hago una cosa estoy pensando en él, en decírselo, porque le gusta, esa es la forma en que él siente que está compartiendo la vida diaria conmigo.”

Usted habla reiteradamente de las visitas a Fernando en la prisión, ¿va muchas veces a verlo?

“Hablo reiteradamente de las visitas, lo cual no quiere decir que lo visite reiteradamente. No podemos verlo cada vez que queremos, a pesar de tener sanciones tan altas, que conllevarían viajar durante mucho tiempo a Estados Unidos, pero la visa no nos la dan de forma múltiple, sino por 30 días y pasamos mucho trabajo para obtenerla. Tampoco quiere decir que estás los de 30 días viéndolo. En la cárcel de Fernando las visitas son de viernes a lunes, de ocho de la mañana a tres de la tarde, pero sólo tienes 35 horas en el mes.

“No lo ves tampoco esas horas, porque los trámites burocráticos son muy complicados y tienes que repetirlos cada vez que llegas a la prisión: llenar planillas, guardar tus objetos personales, pasar por un detector de metales, esperar que lo llamen por teléfono, que él salga..., y eso nos toma, a veces, más de una hora en cada visita.

“Tenemos otra dificultad: antes íbamos con los compañeros de la Oficina de Intereses en Washington, pero ahora tenemos que hacerlo solas, y las prisiones están muy apartadas de las ciudades y estás sujeta a que un taxi te lleve y te recoja.

“Pero, cuando él sale por aquella puerta... viene a darte un abrazo enorme. Las visitas son un recuento de todo, es una confesión constante de él conmigo y viceversa. Nos pasamos todo el tiempo hablando, haciendo cuentos. Fernando se ríe, hay cosas que yo las voy apuntando para decírselo cuando vaya personalmente, me place verlo carcajearse, la gente nos mira y dirá: este está loco.”

Fernando es un hombre de situaciones difíciles, arriesgó su vida en tierras africanas, combatió el terrorismo dentro de Estados Unidos ¿Cómo Magali se sobrepone a ello?

“Una analiza las necesidades que tiene el país y lo que hay que enfrentar en su momento, entonces dejas atrás cualquier sentimiento personal y el egoísmo. Es cierto que esta situación me perjudica a mí pero, ¿a cuánta gente beneficia?. Tienes que pensar en privilegiar los intereses colectivos, los de la humanidad.

“Podrán imaginar que para mí fue durísimo cuando él me dijo que se iba a cumplir misión internacionalista a Angola. Pero, cuando una tiene convicciones, cuando se ven las necesidades, hay que desprenserse del yo, ponerse dura y pensar cuál es el camino correcto por el que tienes que transitar y tomar decisiones. Estoy rodeada de muchas personas que me respaldan, los que están en la situación difícil son ellos y hay que apoyarlos.”

¿Alguna vez pensó en viajar a los EE.UU.?

“Jamás en mi vida, a pesar de que casi toda mi familia se fue del país.”

¿Qué siente al tener que hacerlo en estas condiciones?

“Es muy difícil, pero lo que más me reconforta es saber que voy a ver a Fernando. Por otro lado, tienes la posiblidad de conocer gente de ese pueblo con un corazón de oro, no todo el mundo sabe que en ese sistema, en ese país, hay gente muy identificada con esta causa, y uno cuenta con el apoyo de ellos, eso es muy importante.”

¿Ha sentido alguna vez el temor de perder a su hijo?

“Eso le sucede a todas las madres, y no ayuda. Tenemos que buscar el lado más optimista de la vida, aunque estemos sufriendo y dolidas por lo que está sucediendo, siempre hay que pensar que vendrá el momento en que las cosas se esclarezcan, que la verdad salga a relucir, y prepararse para, si esa verdad no sale a relucir, seguir luchando. El enemigo hará todo lo posible por vencernos, pero nunca me van a vencer.”

Existe una relación muy estrecha entre usted y Fernando. ¿Las hermanas no se celan de eso?

“De las dos hermanas, Lourdes es la más celosa. Recuerdo que cuando estaban becados les guardaba todo lo que compraba, lo que venía a la bodega, pero el celo era por Fernandito; su pase era el más prolongado, ellas venían todos los fines de semana, por supuesto cuando él llegaba tenía más cosas, y siempre Lourdes se quejaba diciendo “como tiene cosas Fernando’. En el fondo lo que prima es el amor, el orgullo y la admiración que ellas sienten por su hermano.”

¿Qué le disgusta a Magali de Fernando?

“Es muy matraquilloso, pero no tiene un sello, algo específico que te pueda decir que me moleste, a no ser que me diga ‘Magali’, eso me cae malísimamente mal.”

¿Se lo dice por ironía o por mortificarla?

“No, es que a veces estamos hablando, pero cuando yo lo interrumpo o él quiere seguir en su idea, me dice: ‘Magali te estoy diciendo...’,y me lo dice como si fuera un maestro que me está regañando.”

¿Cómo se adentra Magali en la tercera edad?

“Quiero ir a la Universidad del Adulto Mayor, deseo meterme en eso del Parche, donde se hacen trabajos de costura, es un ejercicio sano para la mente, una forma de incorporarme a otras tareas, pero es imposible, porque todos los días no dispongo de las mismas horas para todas las cosas. También estoy embullada con el Club de los 120 años, a lo mejor yo no llegue, pero eso me dice que la tercera edad pasa a ser casi la mitad de la vida de una persona, ya no es la última fase. Yo lo único que quisiera es tener salud para disfrutar lo que todos queremos ...”

...¿el regreso?

“Varias veces he pensado en el regreso, pero lo dejo a la mitad, es como si estuvieras embarazada y tuvieras un antojo de algo que no pudieras comer. Entonces, cuando lo pienso, digo no, tengo que seguir mirando qué es lo que tengo que hacer ahora, y no disfrutar por adelantado lo que ha de llegar en su momento.”

Maternidad triplicada


Elizabeth Palmeiro asumió el nacimiento de sus dos hijas por voluntad y las enlazó indisolublemente con la hermana mayor. Sin remordimientos, evoca sus compromisos con Ramón Labañino, esos que la llevan a suplir la imprescindible presencia del padre. Estas razones le han hecho protagonista de una maternidad triplicada.

“Ramón me había planteado en varias cartas su intención de tener otro hijo, un varón, porque tenía dos hembras. Yo al principio no quería, le dije ’pero si tú no puedes atender a Laura cómo voy a volver a parir, quieres que me vuelva loca’. Por último le mandé una carta y le pedí que la leyera detenidamente, ahí le daba las razones de mi negativa, cosas muy personales, muy íntimas.

“En uno de sus viajes a Cuba volvimos a hablar del tema. Estaba también mi cuestionamiento sobre qué y hasta cuándo era ese trabajo que yo desconocía, apenas recibía cartas, no llamaba. Una vez decidió darme algunos detalles y no me hizo falta saber más. Cambié de opinión de la noche a la mañana. Se mantenían las mismas condiciones, pero sólo imaginar lo que él hacía me hizo olvidar todo. A su regreso, quedé embarazada. Mi suegra y mi mamá dijeron: ‘pobrecita, se acabó de volver loca’.”

¿Ramón sigue pensando en el varón?

“Cuando cumplí 39 años le saqué esa idea de la cabeza. Incluso, escribió una carta anticipada a su pequeñuelo, le iba a poner Ernesto. Pero creo que si llega a venir antes… Es una cosa difícil de explicar, no es que te convenza, que te dé la razón y tú se la des a él, siento la necesidad de complacerlo, porque él está sacrificando algo más grande que yo, y lo menos que puedo hacer es asumir, él no está físicamente, pero participa en todo”.

¿Cómo se llevan las tres hermanas?

“Desde que Laura nació, me di a la tarea de visitar a Ailí, la hija mayor, la traía a casa un fin de semana o durante el receso escolar, de acuerdo con su mamá, con la que tengo las mejores relaciones. Ailí siempre ha estado muy identificada con sus hermanas”.

Después del 12 de septiembre de 1998, fecha en que se produjo la detención de los Cinco, sobrevino la incomunicación con Ramón durante 27 meses. ¿Cómo fue esta etapa?

“Años muy duros. La gente me preguntaba por él y yo decía que estaba bien, que mandaba cartas. En ese período hice varias cartas para sus hijas en nombre de Ramón, era necesario atenuar un poco la ausencia del padre, les explicaba que estaba complicado con el trabajo y que iba a demorar en regresar.”

Hasta el dos de enero del 2001…

“Sí. Ese día recibimos la primera llamada de Ramón después de 27 meses. A partir de ahí todo volvió a una normalidad entre comillas, teníamos la oportunidad de hablar por teléfono y de escribirnos. Cuenta René en una de sus cartas a la familia, que al finalizar esa llamada telefónica vio a Ramón con lágrimas en los ojos… era la primera vez que escuchaba la voz de Lisbet”.

¿Cómo es el contacto en prisión?

“Ramón y sus cuatro hermanos constituyeron una fuerza muy grande para las familias, nunca expresan tristeza, amargura o dolor por la situación que están padeciendo, para que nadie se sienta culpable de nada.

“A las niñas las educó en el pensamiento de que, aunque Ramón no está todos los días, ese es su padre. Él les revierte el cariño en esas pocas visitas que le hacemos en prisión.

¿Cómo preparaste a esas niñas para el encuentro?

“Les decía cómo era una prisión, cómo comportarse, sin saber cuáles eran las medidas que nos iban a imponer. Para mí también era nuevo ver aquellos muros, las alambradas…, estaba impresionada. En el primer encuentro, Laurita lloró mucho, porque tenía otros recuerdos de su papá. Lisbet no, ella rechazó aquella imagen, él no se le parecía a las fotos, estaba como preguntándose: ¿este es mi papá?, yo le insistía, ‘es tu papá, corre abrázalo, bésalo’.

“Pero ella se puso delante de mí y empezó a empujarme hacia atrás. Al poco rato, le dije: ‘ve para que él te cargue, es tu papá’.

Entonces, corrió, se abrazaron y él la cargó; se le aguaron los ojos. A Lisbet le tomó cuatro visitas poder identificarse con su padre.

“La política hostil de Estados Unidos hacia Cuba hace que algunos padres tengan la situación de Ramón y de sus cuatro hermanos. Llevamos 15 años de casados, 13 de ellos no los hemos vivido juntos. El amor y la comunicación hicieron posible superar tantos momentos difíciles.

“La palabra clave es el amor, que lo ha podido todo en estas circunstancias. Podrán imaginar las preguntas de amigas y no tan amigas, de familiares y no familiares, las insinuaciones. Nunca dudé del amor de Ramón.

“He sentido mucho que él no haya podido disfrutar de la infancia de sus hijas. Sacrificarse por su pueblo, arriesgar su propia vida, renunciar a los grandes momentos que se viven en familia por algo superior… Eso habla por sí solo de un héroe”.

(Entrevista fue realizada conjuntamente con el periodista Rafael Hojas Martínez)

“Guapea ahí”



Esa es la respuesta que Olga Salanueva recibe de René ante cada negativa de visa del gobierno de Estados Unidos. El 22 de noviembre se cumplieron cinco años de la deportación de ella a Cuba


Fotos: RENÉ PÉREZ MASSOLA

En el hogar hay paz y sonrisas. La niña dibuja la figura imaginada de su padre, mientras la mayor, convertida ya en mujer, ordena su cuarto. Olga Salanueva y sus hijas preparan una fiesta de cumpleaños, y es casi imperceptible el dolor que envuelve la vida de estas personas, a quienes, injustamente, se les mantiene separadas del padre y del esposo que amorosamente quisiera dar calor también a estos detalles.

Abruptos episodios marcan a la familia de René González Sehwerert. Precisamente este 22 de noviembre se cumplen cinco años de uno de los más abominables: la deportación de Olga hacia Cuba.

“Me puse muy triste. Estaba preparada para ir a todas las sesiones del juicio. René y yo habíamos conversado que si lo sentenciaban y lo mandaban para otro lugar, me iba a mudar para donde él permaneciera, y que si lo trasladaban iría tras él de ciudad en ciudad, pues lo importante era tener a la familia lo más cerca posible. Eso se vino abajo con mi deportación. Nunca pensé que esto iba a durar tanto, pensábamos que se iba a hacer justicia antes.”

¿Por qué te deportaron?

“La causa, prácticamente, la inventaron. Plantearon que yo había entrado a Estados Unidos falsificando una visa; eso es incierto. René, como ciudadano norteamericano, me reclamó, me dieron una visa en la Oficina de Intereses en La Habana, y viajé legal en un avión. Al llegar allá me dieron residencia permanente. No hubo trucos, yo estuve allí cuatro años, incluso dos después de la prisión de Rene y no hubo problemas.

“Al acercarse el inicio del juicio contra los Cinco, vieron la oportunidad de chantajear a Rene para que tuviera en cuenta que su mujer estaba presa, y las niñas casi sin hogar. Ese era el motivo para que traicionara y sirviera como testigo de la Fiscalía en contra de sus compañeros.

“Realmente fue el pretexto que los llevó a sacarme de mi casa el 16 de agosto del 2000, separarme de mis hijas, llevarme a una cárcel, tenerme allí tres meses.

“Mis cartas no le llegaban a Rene, nunca pude hablar con él durante mi prisión, y sólo me comunicaba por teléfono a través de la bisabuela de Ivette. Pedí ir a verlo, para despedirme antes de venir a Cuba, pero no me concedieron el permiso.”

¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

“El 16 de agosto, el mismo día que me detuvieron. En el trayecto hacia la cárcel me preguntaron si quería ver a René, que tenía la oportunidad de cooperar con ellos. Le dije que no tenía nada que decir, pero sí quería verlo. Inmediatamente lo organizaron todo y, vestida de presa, con un vestido bastante sucio, el más sucio de todos y casi acabada de levantar como me sacaron de mi casa, me presentaron delante de él.

“A Rene lo llevaron varios agentes del FBI, incluso algunos que tenían que ver con el arresto de él y con el mío; fue muy rápido. Rene me pregunta que quién me había detenido y le dije que Inmigración. Sintió alivio y expresó: ’lo que quieren es deportarte, tenemos que prepararnos para eso’, inclusive, usó un chiste, me dijo ’qué bien te queda el color anaranjado’. Nunca imaginé que fuera la última vez que lo vería, ya hace más de cinco años...”

¿Cómo fue ese encuentro?

“Para nosotros el encuentro siempre era algo maravilloso. Yo estaba acostumbrada a verlo con el uniforme de preso que lleva con porte, él tiene mucho porte, es muy erguido, y me imagino que así me vio él a mí. Nos dimos un abrazo y un beso en el encuentro y en la despedida.

“Rene se dio cuenta de que a partir de ese momento íbamos a pasar muy malos ratos. Estábamos como advertidos, porque el 13 de agosto, el día de su cumpleaños, yo lo fui a visitar y me habló de unas cartas de la Fiscalía planteándole hacer algunos arreglos de sus cargos. En uno de los últimos párrafos decían: tenga en cuenta que su esposa está aquí con un carácter migratorio que se puede revocar.”

¿Qué es lo último que recuerdas de ese encuentro?

“Su forma, su optimismo, su nobleza, el cariño con que me trató, se daba cuenta..., trataba de darme ánimo...”
Olga Salanueva no pudo resistir el llanto. En la terraza donde conversamos, sus ojos se habían humedecido varias veces, pero nunca había llegado al llanto hasta este punto. Aprovecha para comentarme que es muy llorona, que en los últimos días de tanto resistirse a él padece fuertes dolores de cabeza, que se lo dijo a René, y este le dijo: “por qué lo resistes, llora, eso no es malo, malo es que te duela la cabeza”.

¿Por qué sus ojos son tan importantes para ti?

“Toda su nobleza se expresa en sus ojos, es muy expresivo, muy extrovertido, muy cariñoso y mucho más con las personas cercanas. En ese encuentro trató de que no nos vieran tristes... No le dio la gana.”

¿Lloraste?

“No. Yo no sé de qué se arman las personas en esos momentos, pero cuando estás frente al enemigo no lloras. Cuando vi por primera vez a Rene en el hueco, que estábamos a través del cristal y llevábamos un rato, ya por supuesto, empecé a llorar, pero cuando te enfrentas a ellos no lloras, por más que te estén diciendo cosas para herirte... como las que me dijeron al día siguiente de la detención de Rene. Agentes del FBI fueron a mi casa y me aseguraron que ellos conocían que yo lo sabía todo, que por favor hablara con ellos, que tuviera en cuenta que yo tenía dos hijas, que una de ellas era ciudadana norteamericana —se trataba de Ivette que tenía cuatro meses—, que como gobierno podían mandarla para una institución. Me llevaron, como decimos los cubanos, hasta la tabla. Cosas que dolían mucho, pero no me salió ni una lágrima.”

¿Cómo eran las condiciones en la prisión?

“Me llevaron a una celda sola, sin comunicación con el mundo exterior, con una comida horrible, y cuando estuve en la cárcel de Krome para las audiencias de la Corte, supe que allí eran mejores las condiciones, que la población penal estaba agrupada, que salían al sol, podían comprar alguna comida en unas máquinas que había y veían la televisión. Para mí alquilaron una celda en la prisión de Fort Lauderdale, era un castigo adicional.

“Casi al final de mi estancia allí, tuve a dos compañeras, una de ellas avisó a la familia de Rene en Sarazota, para que supieran que ya venía para Cuba.

“Y como no pudieron con René ni conmigo, ni con la familia, ahora viene el ensañamiento, e Ivette está pagando el precio de no conocer a su papá.”

¿Tienes idea de qué pueda suceder en este momento del proceso?

“Lo que ha hecho el gobierno de EE.UU. es dilatar el proceso. Una vez que los tres jueces de la Corte de Atlanta emitieron el fallo, saben que técnicamente es imposible rebatirlos y quieren utilizar todos los eslabones jurídicos posibles para seguir extendiendo la estadía de ellos en la cárcel. Pienso que el panel de doce jueces va a emitir el mismo veredicto y la Fiscalía continuará buscando la forma para dilatarlo,
quizás quieran ir hasta el Supremo. El hecho es que política, moral y técnicamente están perdidos.

“Como este es un caso político, lo vamos a ganar con el apoyo de la opinión pública internacional, y va a ser antes de que Rene cumpla su condena de 15 años.”

¿Tienes esperanza de poder ir a verlo?

“Cada vez que voy a la Oficina de Intereses tengo la esperanza de que tengan un poco de humanidad y me den la autorización para visitarlo, pero después me doy cuenta de que no, que soy demasiado buena pensando. Reflexiono y me doy cuenta de la magnitud del enemigo, de su crueldad. Cuando le comento a Rene la negativa me dice: ’guapea ahí’.”