24 febrero, 2006

Un teléfono al alcance de cualquier cubano


Para Félix García, un guajiro que nació y aún vive en el intrincado lomerío de Vitorino, no son un asombro las noticias que en los últimos días propagan los medios de comunicación sobre los avances de la telefonía en Cuba.
Desde hace más de diez años, en las laderas de la majestuosa Sierra Maestra, se han colgado infinidad de cables eléctricos y telefónicos, que permitieron el enlace de estas zonas de muy difícil acceso con el resto del país y el mundo.
Así, los pobladores de ese pequeño rincón del municipio Guisa, en la oriental provincial de Granma, no tienen que depender de la radio para conocer de trágicos sucesos, como sucedía antaño cuando las baterías para un radio receptor eran imprescindibles, pues la emisora local en un programa especial daba a conocer el estado de salud o el fallecimiento de algún pariente, el cumpleaños de una niña o la llegada de algún familiar.
Sólo que hoy, esas líneas telefónicas que llegan a lo más intrincado de la geografía cubana, se han incrementado para disminuir, cada día más, la brecha de las desigualdades entre el campo y la ciudad. Baste decir que este año Cuba superará la densidad de 10,6 teléfonos por cada 100 habitantes, cuando se terminen de instalar 163 mil 640 nuevas líneas, para lo cual se ha tenido en cuenta la equidad territorial.
Y junto a este aumento de los servicios anda una revolución tecnológica insospechada para países del Tercer Mundo, al lograr el funcionamiento, por ejemplo, de una estación transportable del tipo fly-away, de plataformas directas para la transmisión satelital de los cinco canales disponibles de televisión y algunas emisoras radiales; la conectividad de los radares meteorológicos y los servicios de video y audio conferencia nacionales e internacionales.
No escapa a esta transformación el proceso de digitalización de las redes de la telefonía que alcanza el 89,81% del territorio nacional, y que dejará en desuso a las únicas tres plantas analógicas que funcionan aún en la Isla.
Todos estos avances ponen a los cubanos en paridad de condiciones con países del llamado Primer Mundo y a mucha distancia de los menos desarrollados.
Muchos en el mundo podrán deslumbrarse o asombrarse con los reportes periodísticos de estos días, más si se tiene en cuenta que proceden de una Isla fustigada económica, financiera y comercialmente durante más de 45 años por los sucesivos gobiernos de Estados Unidos.
Los esfuerzos para garantizar servicios masivos y eficientes en la rama de las comunicaciones sufren las zancadillas del imperio. Cuba no puede negociar con operadores norteamericanos y está obligada a conectarse con el mundo a través de terceros países, lo que ocasiona, como en muchos otros sectores, enormes escollos y gastos superiores a los que tendría que prever si se realizara a través de la vía más corta y de gran desarrollo: Estados Unidos.
Durante el 2005, cuando el país estaba a la sazón de los cambios y mejorías tecnológicas en el sector de las telecomunicaciones, las dificultades y el acoso del bloqueo norteamericano ocasionaron pérdidas por más de 22 millones de dólares, al tener que realizar compra de equipos y materiales en mercados lejanos, lo que siempre incrementa el costo de estos insumos.
Mas ese crudo bloqueo no podrá impedir que en cualquier lugar del país, en la ciudad, en el llano o en la serranía, un cubano o un turista, pueda levantar el auricular de un teléfono y estar en línea con el mundo.

16 febrero, 2006

Bacunayagua: el puente más alto de Cuba



Está situado en el oeste de la Mayor de las Antillas y es paso obligado entre la capital de Cuba y el balneario de Varadero. El puente constituye una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana

Constituye un espectáculo sin par en la geografía cubana. Algunos chóferes sienten un susto en el estómago al pasar por él, pues la longitud y el peligro de los vientos cruzados los ponen en tensión. Los turistas tienen una visible preferencia por visitarlo y los cubanos admiran la obra humana, que se sitúa entre las siete maravillas de la ingeniería civil de la Isla. Hablamos del Puente de Bacunayagua, el más alto y largo de Cuba.
Es paso obligado para el tránsito entre las provincias de La Habana y Matanzas, en el occidente del país y por qué no decir también, un alto en el camino de casi todos los pasajeros desacostumbrados a andar por esta exuberante ruta, que es además el enlace vial hasta la playa azul de Varadero, la más famosa en las costas de la Mayor de las Antillas.
De visita en el lugar, usted puede descansar en un atractivo mirador, con amplios balcones, que lo ponen en contacto con una exclusiva naturaleza, dibujada entre el mar, la profunda garganta del río que da nombre al puente y el paisaje cubano de verdes y palmeras: el valle de Yumurí se abre como un divino regalo de los Dioses.
UNA OBRA MAESTRA
El proyecto de la obra fue ejecutado por un grupo de ingenieros civiles cubanos dirigidos por Luis Sáenz Duplace, que utilizaron por primera vez el hormigón estructural para los semiarcos del sistema Melan. El uso de ese arco resultó lo más novedoso al construirse con acero laminado que se armó en dos partes, girando cada una hasta encontrarse en la posición definitiva.
Las vigas se colocaron en posición mediante una armadura de lanzamiento, sin lo cual no hubiese sido posible hacerlo, por cuanto en esa época —de 1956 a 1960— sólo estaban disponibles en el país grúas de 30 toneladas. El puente de Bacunayagua tiene 314 metros de longitud y 110 metros de altura y se desliza sobre una inmensa abertura que forma del río de igual nombre.
Atrapadas a su paso queda una exuberante naturaleza de palmeras, arbustos y pastos que crecen silvestres, para dar un toque muy distintivo al lugar. Las aves vuelan a niveles inferiores que los vehículos y muchas veces es imposible distinguir el verdadero tamaño de los animales. Las casas se divisan como minúsculos aposentos y las personas casi son imperceptibles.
Las potencialidades del entorno ofrecen las condiciones ideales para el desarrollo del senderismo, como parte de un programa de turismo que constituye una opción más en aquellos vacacionistas interesados en explorar cada tramo de la geografía cubana y valorar los casi 70 especies de la flora y la fauna que son exclusivas del lugar.
OTRAS OPCIONES BAJO EL MAYOR DE LOS PUENTES
Un Mirador, localizado en una pequeña elevación, brinda la posibilidad de apreciar en toda su magnitud al puente de Bacunayagua. Esta instalación tiene fama, por su “piña colada”, la cual se prepara desde hace más de cuatro años con ingredientes naturales frescos y que cuenta con su público entre los miles de visitantes que transitan por el puente.
Entre los atractivos que puede encontrar a su paso por el Mayor de los Puentes cubanos, están las caminatas o paseos en botes de remo hasta llegar a la orilla del mar, y luego la degustación de un exquisito almuerzo con platos tradicionales de la isla, acompañados de un espectáculo de música campesina. Hay además, paseos a caballo por el Valle de Yumirí, que terminan igualmente con almuerzos típicos del país.
Con más de 40 años, el Puente de Bacunayagua, constituye una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana y una atracción, no sólo para quienes transitan por vez primera la ruta entre La Habana y Varadero, sino para muchos que no nos cansamos de admirar tan espléndida belleza.

13 febrero, 2006

Sacar a Posada de la cárcel: sólo intentarlo sería criminal

El ultraderechista diario El Nuevo Herald, de Miami, publicó otra de sus infamias, haciéndose eco de los sueños de uno de los cómplices del terrorista de origen cubano Luis Posada Carriles. El abogado Eduardo Soto dice: “Me encantaría que esta misma semana tuviera que coger un avión rumbo a Texas para sacar a mi cliente de la cárcel, pero no creo que será un proceso tan fácil''.
Pero eso no es todo, no lo peor. La misma nota revela que “Soto envió el lunes un expediente de más de 50 páginas a la Oficina de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en El Paso, argumentando que Posada, de 77 años, no representa un peligro para la comunidad y estaría en disposición de presentarse regularmente ante las autoridades.”
Y a continuación recalca: “Se han enviado pruebas suficientes de sus lazos con la comunidad, un resumen de su vida pública, datos de su familia en Estados Unidos, así como el lugar donde vivirá y una propuesta de empleo inmediato si se produce su excarcelación''.
Si todo esto fuera cierto, de dónde sacaron la biografía, los documentos, los lazos con la comunidad que sirvan para avalar la posible salida del connotado terrorista de la prisión de Texas, si no fuera para su extradición a Venezuela con el fin de juzgarlo por los crímenes cometidos y no por un simple status migratorio.
En qué lugar más seguro viviría el asesino a sueldo, sino tras las rejas de una bien resguardada prisión, bajo vigilancia extrema, para que sólo en sueños pueda seguir agregando sangre a su abultado expediente criminal al servicio de la CIA y de Estados Unidos.
Cualquier lugar por donde Posada Carrilles camine será escenario propicio para la muerte. Sólo por el crimen de Barbados, merece una cadena perpetua. Si agregamos los otros muchos, cuántas más podrían imponérsele, según la administración de justicia norteamericana que paradójicamente sentenció a Cinco antiterroristas cubanos a desmedidas penas de prisión, y a tres de ellos a cadena perpetua.
Otra vez El Nuevo Herald se pone de espaldas a la opinión pública internacional y a los sentimientos del pueblo cubano, que ha sido víctima por casi 45 años de los viles y macabros planes de Posada Carriles y de sus auspiciadores y protectores de la mafia de Miami y del gobierno de Estados Unidos.

12 febrero, 2006

“Salimos de EE.UU. prácticamente botados”


Pero Irma Sehwerert había decidido irse desde mucho antes, incluso vino a Cuba en 1959, y regresó a cumplir el mandato de la Patria

Era frío aquel invierno en Chicago, pero el maltrato y la intensidad de las jornadas agotaban extremadamente. En la fábrica de postales laboraban muchas puertorriqueñas; las gestantes tenían que trabajar hasta los nueve meses. El esposo de una de las embarazadas estaba enfermo de tuberculosis, el salario de ella era mínimo, e hicieron una colecta para comprarle la canastilla.
Corrió el rumor de que Irma Sehwerert había organizado aquel movimiento, y fueron a verla los representantes de los sindicatos, “que no resolvían nada en ese momento”, para que llenara unas planillas de afiliación a los trabajadores.

“Y yo, que no tenía experiencia ni ideología ni sabía de política, me comprometí a hacerlo, y me botaron. Más bien me fui, para tratar de que aquello se calmara. Ellas tenían mucha necesidad, trabajaban para comer, yo contaba con el apoyo de mi mamá. Esa fue mi experiencia más grande, tenía 17 años.”

El desarraigo familiar, las contradicciones que experimentó en Estados Unidos, el rigor de la vida laboral, la ruptura con la madre y la hermana por su retorno a la Patria, convirtieron en mujer a la niña enfermiza, tímida, nacida en Santa Cruz del Sur.

“Cuando me vi sola en Cuba, tuve que crecer”.

Había triunfado la Revolución cubana, y quedaron atrás los viajes diarios en tren desde Indiana hasta Chicago, los días espantosos en la fábrica de puré de tomate, en la de tubos de pasta y de medicamentos, la huelga en la gran fábrica de acero donde trabajaba Cándido, el esposo.

Mas, tenía como precedente la participación de ambos en todo cuanto fue útil a la Patria: se incorporaron al Movimiento 26 de Julio, vendieron bonos, recogieron dinero para mandar a la
Sierra. Y en 1959 vinieron con la idea de quedarse definitivamente en Cuba.

Se reunieron con el entonces Ministro de Trabajo, pero él les dijo que era más importante su permanencia en Estados Unidos, porque comenzaría el éxodo de gente, la propaganda contra
Cuba y ellos estarían allá para combatirlos y trabajar en la defensa de nuestra causa. Tuvieron que quedarse un tiempo más.

Después de la victoria de Playa Girón la vida se les hizo imposible. Participaban en todas las manifestaciones en Washington y Nueva York, impartían conferencias sobre la realidad en Cuba, y comenzaron a recibir amenazas de los gusanos que llegaban, de la contrarrevolución. “Salimos de EE.UU. prácticamente botados.

“El viaje lo hice llorando, dejaba a mi madre destruida, pero para mí, en aquel momento y ahora, sigue siendo más importante la humanidad. Me dije que mamá algún día lo entendería”.

EL TRABAJO DEL SINDICATO LE CORRE POR LAS VENAS

La incipiente experiencia en el trabajo político o su vocación de estar en contra de las injusticias, virtud que había cultivado desde niña, le valieron a Irma Sehwerert a su llegada a Cuba.

Alfabetizar a las vecinas fue la primera tarea que emprendió, aún antes de comenzar su vida laboral. Con su ingreso al Instituto de Investigaciones Pesqueras surgió la líder sindical.

“Constituimos la sección sindical y las milicias. Enfrentamos la lucha ideológica, por la oposición de algunos a crear estas organizaciones, por la confusión. Había personal desafecto a la Revolución, científicos formados en el capitalismo, muchos de los cuales abandonaron el país, otros se incorporaron a la Revolución. Fue aproximadamente en octubre de 1962. Entonces yo era la jefa de la biblioteca.“

La vida de Irma se fue complicando. El Instituto le quedaba muy lejos y no tenía familia en Cuba que la ayudara en la atención a sus hijos René y Roberto, nacidos en Estados Unidos. Se trasladó al centro de información técnica del Ministerio de la Industria Básica, donde conocían de su experiencia sindical, y fue electa segunda del buró.

Quince años de experiencia forjaron a una excelente trabajadora y dirigente sindical de base.
De esta etapa recuerda “una de las cosas más grandes de mi vida. Fui de las ocho mujeres que seleccionaron para probar las primeras cortadoras de caña en Cuba.

“Era la esperanza de humanizar el trabajo del hombre, y cuando el ministro Joel Domenech me dijo que había sido seleccionada entre las compañeras... ¡imagínate!, no tenía con quien dejar a mis hijos, casi me caigo del octavo piso del edificio del MINBAS. Pensé: ’trágame tierra’, pero primero muerta a decir que no, me parecía mentira que entre tantas personas fuera de las elegidas…”

Durante las zafras de 1969 y 1970 Irma Sehwerert trabajó cronometrando los errores de las máquinas para que los ingenieros hicieran los cambios o adaptaciones a las combinadas. No tenía familia en Cuba, “pero sí amistades. Mis amigas se distribuyeron las tareas con los niños, la ropa el fin de semana y me fui, primero a Camagüey, luego a Matanzas”.

En uno de esos días en que ella regresaba a Matanzas, Renecito llegó de los Camilitos con hepatitis, “y me lo llevé para la zafra, pasó su enfermedad en el central azucarero, rodeado de
un amor tremendo”.

En 1973, por solicitud de la CTC, ingresó a la nómina de los cuadros profesionales del Sindicato Químico Minero Energético, donde se mantuvo hasta su jubilación 20 años después. “No me preocupa mucho la edad. Adoro el trabajo del sindicato, para mí no hay nada más lindo que trabajar con la clase obrera.

“Fue una época muy linda. Mucha gente me criticó, porque yo empecé la universidad una pila de veces y siempre la tenía que dejar por el trabajo de la Revolución; luego nació mi nieta Irmita y decidí que era más importante ayudar en su crianza”.

Irma también alfabetizó a los pescadores en los barcos, fue profesora sindical, tenía vocación de maestra, “lo que pasa es que en el capitalismo no lo podía ni soñar, hubiera sido maestra sin duda ninguna. Tengo la satisfacción de haber hecho todo cuanto pude por la Revolución”.
Tuvo el privilegio de conocer al Che. “Lo vi cuando Rini era chiquito”. Cándido, el padre de
René González Sehwerert, los llevaba al trabajo voluntario en la fábrica de plástico donde era dirigente sindical. Irma estaba conmovida con las anécdotas que contaban las personas que lo habían conocido en las provincias, “para nosotros el Che es algo muy especial.

“Le dio la mano a Renecito. Los dos le halaban la ropa, cargó a uno, creo que a Robe, que era más chiquito, tendría unos cuatro años; ese encuentro fue lindísimo”.

“MAMÁ QUERÍA QUE ME CASARA CON UN AMERICANO”

Siendo muy joven, la madre de Irma se radicó en EE.UU. con la ilusión de llevarse a las hijas, que había dejado en Cuba al cuidado de la abuela paterna. A los 14 años la protagonista de esta historia se unió a su mamá.

“Ella quería que me casara con un americano, para tenerme a su lado, pero yo me negaba, no soportaba vivir allá. Era una sociedad muy injusta. Un día conoció a Cándido y me dijo que era un cubano buenísimo y lo invitó a comer. Como su situación económica en Cuba no era buena fue a jugar pelota a EE.UU. y se quedó ilegalmente. Luego lo deportaron, pero mamá hizo gestiones y lo regresó; ya éramos novios y nos casamos cuando yo tenía 18 años.”

Los recuerdos de Irma viajan por aquellos años. Cuando se incorporó a la actividad revolucionaria las relaciones con su familia se complicaron. “Yo era la oveja perdida de la familia”. La situación cambió después del proceso de René, y ella, que había jurado no ir más a aquel país, tuvo que regresar para traer a su nieta Ivette y participar en algunas sesiones del juicio contra los Cinco en Miami.

Ahora sus familiares también la visitan en su querido Cotorro. Un día la hermana le confesó:
“Ahora me doy cuenta por qué tú estás en este país”.

LOS VALORES TRANSMITIDOS A LOS HIJOS

“Yo tengo un pesar en mi conciencia. Es pensar que crié demasiado recio a mis hijos. Las distracciones de René y Roberto eran una trinchera en las clases de milicia, un trabajo voluntario, una zafra azucarera. Si algo ha contribuido a que no me sienta tan mal, es que siempre tuve tiempo para la atención espiritual de los muchachos: conversar los problemas con ellos, aconsejarlos. Esas cosas nos mantuvieron muy unidos.”

Su casa fue el centro de la familia, y a pesar de estar divorciada, la relación con el padre de sus hijos es amistosa, de mucho cariño. “Tuvimos nuestros problemas de pareja, pero eso no nos dañó desde el punto de vista humano”.

Después de su jubilación laboral, Irma encuentra sosiego en el trabajo comunitario. Es diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular y como parte del trabajo en la Comisión de Prevención visita regularmente las prisiones en Cuba. “Una vez les hablé a los familiares que estaban en un cumpleaños colectivo. Les conté que yo sólo podía darle un beso a mi hijo cuando llegaba y otro cuando me iba de la cárcel, y escondido pasarle un poquito la mano, porque si nos descubren, nos llaman la atención... Yo nunca digo que soy la mamá de René, pero casi siempre se enteran. Esta tarea me ha enriquecido espiritualmente. Soy feliz con ese trabajo”.