05 febrero, 2007

No hay bloqueo pacífico


“Estados Unidos no reconoce que mantiene un cerco económico, comercial y financiero contra Cuba, porque el bloqueo es una medida de guerra, y se empeñan en denominarlo embargo, que es una disposición transitoria, de carácter judicial, para asegurar el pago de una deuda”.

La doctora Olga Miranda Bravo no entra en disquisiciones filosóficas para explicar un término que el accionar del gobierno norteamericano ha dejado muy claro: “Bloqueo es asfixia, es tratar de ahogar a una entidad, persona o país, es una medida genocida, que trata de agotar al pueblo de Cuba, de llevarlo a un estado de desesperación. No hay bloqueo pacífico”.

La categorización de embargo tiene sus antecedentes en la Orden Ejecutiva Presidencial 3447 de los Estados Unidos, el 3 de febrero de 1962, que lo establece “sobre el comercio con Cuba”.

El pretexto fue la octava reunión de ministros de Relaciones Exteriores, órgano de consulta en la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que “en su declaración final resuelve que el actual gobierno de Cuba es incompatible con los principios y objetivos del Sistema Interamericano; y, a la luz de la ofensiva subversiva del comunismo chino-soviético, con la cual el gobierno de Cuba está públicamente alineada, urgió a los estados miembros a tomar aquellos pasos que ellos puedan considerar apropiados para su autodefensa individual y colectiva”.

“Estamos hablando de bloqueo total. La Proclama reconoce que es la continuidad de las medidas anteriores”, precisó Olga Miranda, quien fue Directora Jurídica del Ministerio deRelaciones Exteriores desde el triunfo de la Revolución.

En su tercer párrafo la 3447 expresa: ha autorizado al Presidente a establecer y mantener un embargo sobre todo el comercio entre los Estados Unidos y Cuba… para promover la seguridad nacional y hemisférica mediante aislamiento del actual Gobierno de Cuba y por lo tanto reducir la amenaza que deriva su alineamiento con las potencias comunistas. Esta medida entró en vigor el 7 de febrero de 1962.

“Todo eso es una sarta de mentiras. Ni Cuba era chino–soviética, ni representaba un peligro para la seguridad hemisférica, ni nada de eso. El presidente, que tenía el mandato para aplicar cualquiera de estas medidas mucho tiempo antes, no lo utilizó hasta encontrar el pretexto de la octava reunión”.

Mas Olga Miranda recuerda que desde la aplicación de la Primera Ley de Reforma Agraria, el 17 de mayo de 1959, empezaron realmente las medidas de bloqueo. “Estados Unidos arremete por dos vías fundamentales: la cuota azucarera y el petróleo, y fueron agregando renglones hasta terminar con la manteca de cerdo, que ellos no consumían, pero los granjeros no tenían a dónde mandarla”.

También la sección 620 de la Ley de Asistencia de 1961 estableció que ningún país recibiría asistencia de EE.UU. si tuviera negocios con Cuba.

“La cuota azucarera era nuestra garantía de comercio para el principal renglón económico. La vendíamos al mercado norteamericano a un precio determinado y en cantidades que se fijaban anualmente. En los primeros años de la Revolución fueron reduciendo las cantidades de compra hasta llegar a cero.

“Con el petróleo sucedió otro tanto. Las firmas norteamericanas eran nuestras suministradoras tradicionales y dejaron de traerlo. Por eso compramos crudo a la Unión Soviética, pero dada las presiones de EE.UU., las compañías que quedaban en nuestro país se negaron a refinarlo. Era apagarnos completamente, ahí se complica todo".

Ir a los orígenes

“Muchas veces se ha comentado que Cuba dictó las medidas de nacionalización en 1960 porque Estados Unidos nos quitó el petróleo. Eso no es verdad. Tenemos que ir a los orígenes.

Desde La Historia me Absolverá, el programa de la Revolución cubana, se había planteado el rescate de las riquezas para el pueblo, que entonces estaban en manos del capital norteamericano.

“La Ley 851 del Gobierno revolucionario, de junio de 1960, dispuso la nacionalización de las propiedades norteamericanas para beneficio popular, declarada conforme al derecho internacional. Establece, además, que cuando se nacionaliza por este propósito se le paga la indemnización apropiada a la persona o entidad nacionalizada.

“Y en su contenido plantea que Cuba pagará la indemnización apropiada a las empresas norteamericanas nacionalizadas conforme a un procedimiento de pago basado en la cuota azucarera. Estados Unidos perjudicó a sus ciudadanos cuando no quiso cobrar por las nacionalizaciones, como sí lo hicieron los ingleses, los franceses, los suizos, en acuerdos de indemnizaciones firmados por Cuba y pagados, honrados”.

Según estudios realizados por una institución cubana, basados en los cálculos de comportamiento del mercado azucarero y sus precios, que estuvieron siempre por encima de
5,75 centavos de dólar la libra, Cuba sí tenía posibilidad de crear ese fondo y con él pagar en los 30 años posteriores. “Si no fuera por el bloqueo, en 1990 las empresas estadounidenses hubieran cobrado la indemnización”, afirma Olga.

“Se le van desbaratando los argumentos legales al gobierno de Estados Unidos para mantener el bloqueo, eso es evidente. Si en 1975 fue derogado el acuerdo de la OEA que restringió las relaciones comerciales y diplomáticas de los países miembros con Cuba, se cayó el pretexto de la declaración final de la octava reunión, se fueron a bolina los argumentos de la Proclama 3447.

“Las administraciones estadounidenses también enmascaran el bloqueo cuando hablan de confiscaciones cubanas. No dicen nacionalización, que es un hecho económico reconocido por el derecho internacional, mientras la confiscación es resultado de un delito. Los bienes del tirano Fulgencio Batista y sus compinches fueron confiscados, no nacionalizados; y ni los tribunales de ese país ni la ley Helms Burton pueden imponernos a nosotros los procedimientos para las indemnizaciones. La Ley Internacional recoge que es el país que hace la nacionalización el que impone las cuantías.

Recurrir a la Ley Helms Burton

Para Olga Miranda, una mujer que lidia con el bloqueo desde que se dictó “ese documentico de Kennedy” en febrero del 62, el punto más álgido de las relaciones Cuba-Estados Unidos está en la aprobación y aplicación de la Ley Helms Burton.

“El bloqueo para nosotros ha sido tenso siempre, cuando se promulgó yo no tenía una magnitud de cuánto nos podía afectar, pero cuando adquiere su carácter extraterritorial, cuando nos cierran o limitan las posibilidades que teníamos de comerciar con países de Europa, de América Latina y de otras regiones, es cuando adquiere su plena dimensión.

“Para mí un día es un año. Sabes lo que significa trabajar para hacer una resolución, un documento, cuánto se ha trabajado, por ejemplo para la entrega de un cadáver. Eso fue un minuto, pero me llevó meses y años tratar de que el gobierno de EE.UU. reconociera que tenía un cadáver congelado aquí, era de un agresor de Playa Girón, y ellos lo negaban.

“Cuando había un hecho en Guantánamo, que mataban a un compañero, que lo agredían, eso se decía en un minuto, pero te trae todo a la mente. Estados Unidos está en una agresividad mayor. Nos quieren destruir, hacernos polvo. Estados Unidos no tiene recato en declarar que paga el espionaje en Cuba, que tiene dinero para mantener la llamada disidencia.

“La Ley Helms Burton es el diseño de una política para agredir a Cuba. Y es un peligro real, pasó por el Congreso y nadie la leyó, tiene incompatibilidades con la ley norteamericana, pero está dando facultades al Presidente para que haga sus planes contra Cuba.

“¿Habrá cosa más terrible que el Plan Bush para Cuba? Ese plan para la reconquista aprobado en mayo de 2004 y actualizado en julio de 2006, que reconoce lo que el gobierno norteamericano haría en nuestro país, si lo logra poner en práctica, y que tiene un acápite secreto que realmente es la agresión.

“La Ley Helms Burton reabre el Programa Cuba para las Reclamaciones de los ciudadanos norteamericanos afectados por las leyes revolucionarias cubanas de 1964. Hasta ahora se han presentado 8 mil 816 reclamaciones, de las que se han reconocido 5 mil 911, cuyo valor se estima en más de mil 851 millones de dólares.

“Hace tiempo que esta gente dejó de estar afectada, además la cifra es ínfima comparada con el capital de esas empresas, pero ahora no pueden comerciar con Cuba. De las 5 mil 911 algunas vienen y dicen: ’no queremos reclamar, queremos comerciar’, porque ellos están perdiendo al no poder tener este tipo de relación con Cuba, no son razones políticas, son comerciales, y han solicitado que ’me pongan en la lista para cuando se caiga el bloqueo invertir en Cuba’.

“La Helms Burton reabre el capítulo de las reclamaciones para que los cubanoamericanos lo hicieran, les facilitan ir a los tribunales…, se amplía el bloqueo. Yo le llamo a eso el supuesto derecho del ciudadano al segundo orden; los cubanoamericanos tenían que esperar a que los norteamericanos puros entraran primero en las reclamaciones”.

La académica resume el peligro de la Helms Burton: “Esta ley codifica en un solo texto legal todo lo que había del bloqueo, incluyendo la Torricelli. Es una ley del Congreso. Establece para ella misma la posibilidad de la divisibilidad, es decir, si se modifica parcialmente, como resultado de tales acciones, no se afecta la vigencia del resto de ella.

“A Estados Unidos le queda muy poco por regular en cuanto al bloqueo. Mientras el tema Cuba sea un problema de su política interna y esté manejada por la mafia anticubana, no es fácil predecir un cambio”.

Sancionado por cumplir un acto de última voluntad

“Cada día el bloqueo nos hace más daño, pero también, con los efectos que provoca en sus ciudadanos, se desprestigian más. Con el tema de la extraterritorialidad o de las sanciones hay medidas hasta criminales”.

Y Olga se conmueve con el caso de un hijo que trajo las cenizas de sus padres. Ellos pertenecían a una iglesia protestante, habían predicado mucho en Cuba, y le pidieron que cuando murieran trajera sus cenizas para esta Isla. “El hombre vino con las cenizas y lo sancionaron por cumplir un acto de última voluntad”.

El bloqueo persigue con saña a los norteamericanos que viajan a Cuba; en los últimos dos años han impuesto multas a más de 800 personas por ese motivo, y hay restricciones adicionales al envío de remesas.

Prácticamente se eliminaron los intercambios académicos, culturales, científicos y deportivos, y se prohíbe también entre las iglesias de Estados Unidos y las cubanas, imposibilitándoles enviar donativos, sillones de rueda, medicamentos o productos para uso humanitario.

Olga Miranda Bravo, “la gordita”, como cariñosamente le llamaba Raúl Roa en sus años de vivir juntos contra el tiempo, no ha podido desvincularse nunca del tema de las relaciones EE.UU.-Cuba, y considera que “el ejemplo cubano es nocivo porque rompe la estrategia imperial de Estados Unidos. Han apostado hasta a relevos generacionales, a cambios de gobierno, pero siguen trasnochados, no nos entienden”.

No hay razones para el arrepentimiento

Hace exactamente cinco años de aquellos días en que cinco cubanos marcaron el corazón de la humanidad. Pusieron un sello de dolor a los sentimientos, pero a la vez lanzaron un desafío: “cada cual sabrá qué hacer con su dignidad”.

Los alegatos de Gerardo, Ramón, René, Fernando y Antonio, presentados en las respectivas vistas de sentencias entre el 12 y el 27 de diciembre del 2001, evidencian que las condenas no pueden ser más irónicas e injustas, que “el terrorismo es el verdadero enemigo de la seguridad de Estados Unidos” y que “mientras exista esta política criminal contra mi pueblo, seguirán existiendo hombres como nosotros, como elemental medida de autodefensa”.

Gerardo, Ramón y René fueron claros en sus exposiciones, y antecedieron, en ese orden, a Fernando. Solo —sin sus cuatro hermanos de causa en aquella lúgubre sala— Tony se alzó sobre la injusticia y el terror.

Y gana vigencia cada palabra, gesto, sonrisa o ironía de nuestros Cinco Héroes contenidas en sus alegatos o en los recuerdos. “Yo pensé que la Fiscalía vendría hoy a esta sala a solicitar para mí una sentencia de un año de probatoria. Después de todo, eso fue lo que esta misma Fiscalía le ofreció al señor Frómeta cuando este le compró a un agente encubierto del gobierno un mísil Stinger, explosivo C-4, granadas y otros armamentos”, dijo Fernando González Llort, por esta misma fecha en el 2001.

Mas, ¿cuántas condenas dejadas de dictar? ¿Cuánta justicia voluntariamente trunca?: Luis Posada Carriles, Orlando Bosch y “comparsa”, asesinos a sueldo y sin escrúpulos, siguen libres —el primero recibe prebendas en “cierta prisión” —. “Lo que sucede es que, cuando menos, no ha existido la voluntad política de hacerlo”, dijo Fernando refiriéndose al apresamiento de los miembros de organizaciones terroristas.

Y argumentó: “la realidad es que a Cuba no le queda otra alternativa que tener personas aquí que por amor a su patria y no por dinero la mantengan al tanto de los planes terroristas y le permitan evitarlos siempre que sea posible. Yo me siento orgulloso de haber sido uno de los que previno a mi pueblo de esos peligros”.

“La dignidad no cabía en aquella sala”, me dijo Irma Sehwerert, la madre de René González, describiendo los momentos —tensos, infinitos, lacerantes— que vivieron familiares de los Cinco, presentes en las vistas de sentencias.

“Miré a Ramón, que no tenía familiares allí, y le tiré un beso para que supiera que estábamos con él”, recordó Irmita, la hija de René, mientras Magali, la madre de Fernando, no olvida las manos extendidas y expuestas de Gerardo, al afirmar: “…la única sangre que podría haber en estas manos es la de mis hermanos caídos o asesinados cobardemente en las incontables agresiones y actos terroristas perpetrados contra mi país…”

Los alegatos de Gerardo, Ramón, René, Fernando y Antonio constituyen hito en la defensa de los principios de Cuba, y son armas para los hombres libres y honestos que en el mundo se exponen y luchan por que se haga justicia en el “imperio de la injusticia”.

En los Cinco se agiganta la convicción de Fernando: “Lo que hice fue motivado por el amor a mi Patria… Todo hombre que se respeta a sí mismo se debe antes que nada a su Patria”; y reafirmándolo están las palabras de René: “Usted entenderá el que yo no tenga razones para el arrepentimiento”.