22 julio, 2009

Vivir a plenitud



Foto: René Pérez Massola

Entra y sale de casi todos los eventos científicos y de la agricultura cual colibrí que liba, no el néctar sino la esencia de las cosas; aunque no es la historia en sí, desde sus vivencias podrían escribirse los avatares de la ciencia cubana. Es, sencillamente, Lidia Tablada.
Habla como si desconociera sus aportes a este inmenso mundo de la ciencia, enrevesado para quien desde niña soñó ser historiadora, se graduó como médico, se especializó en microbiología hasta su doctorado, y desde hace 24 años dirige el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (CENSA).
“Tuve una infancia poco florida, pero feliz. Hasta 1961 viví en 10 ó 12 casas de La Habana Vieja; cuando la familia no podía pagar el alquiler nos mudábamos por la noche. Con mi abuela pasé la mayor parte de la infancia y nos asentamos en una casa de cuartos individuales, en Compostela 810. Era la única hembra y me dejaba jugar porque estaban mis primos: era la que mejor tiraba el trompo, empinábamos papalote, hacíamos pelotas con cajetillas de cigarros, escenificábamos episodios…
“De mi familia recibí los valores más importantes: la honestidad, la lealtad, la amistad, la responsabilidad para trazarse una meta y hacer todo para lograrlo, la necesidad de superarme. De la escuela primaria Loló de la Torriente guardo el mejor de los recuerdos; aprendí la disciplina, el trabajo, el esfuerzo, la voluntad…
Fuimos creciendo
“He tenido el privilegio de formar parte de colectivos extraordinarios.
Llegué al Instituto de La Habana por un premio, pues había que pagar la matrícula y no teníamos dinero; ingresé en la Asociación de Jóvenes Rebeldes, y esa etapa épica al fragor de la Revolución me permitió cortar el nexo de la crianza tan cerca de la casa.
“Recuerdo las discusiones en el Parque Central con los contrarrevolucionarios, la confrontación entre los desposeídos y los
que tenían y veían venir el cambio social; la venta de periódicos, las reuniones de madrugadas, las conferencias de Carlos Rafael en el Instituto, todas las semanas iban dirigentes de la Revolución a dar conferencias, y muchas veces terminaban en `piñaceras`.
“Durante la Crisis de Octubre nos dieron armas por primera vez, me vestí de verde olivo y estuvimos semana y media movilizados en el Instituto. Después surgió la situación del éxodo de los médicos y a mí, que me gustaba la historia, hice el bachillerato en ciencias para estudiar medicina. Si la Revolución nos daba oportunidades lo menos que podíamos hacer era responder”.
Lidia Margarita Tablada Romero estudió medicina en Victoria de Girón; en 1967 hizo su primer servicio social en la actual provincia Granma después de haber parido a su primogénita. “Al final de quinto año, cuando optaba por la especialidad de ginecología y obstetricia, nos explicaron que Fidel había valorado la posibilidad de crear una institución científica que se dedicara a las investigaciones en la salud animal y que nosotros éramos los candidatos.
“Eso fue como una bomba atómica, no hubo una respuesta masiva. Ver nacer a un niño me emociona casi hasta el llanto, pero… Cerca de 80 compañeros fuimos para el CENIC a recibir las asignaturas de ciencias, que eran muy complejas; junto con el estudio nos dieron a resolver tareas que se presentaban.
“En 1975 nos mudamos para las primeras instalaciones que se habían terminado en el CENSA; veníamos en camiones, la comida era terrible, trabajábamos por el día en los laboratorios y después de las cinco ayudábamos en la construcción. Hemos sido muy unidos y todos fuimos en algún momento dirigentes de todo. Metiendo la pata y haciendo alguna cosita bien, fuimos creciendo”.
Un centro infinito
“Rosa Elena Simeón fue nuestra primera directora. Cuando Fidel dejó inaugurado el CENSA, el primero de septiembre de 1980, dijo que este centro había pagado la inversión –14 millones de dólares- con sus resultados a partir del diagnóstico del brote de fiebre porcina. Eso es un orgullo.
“La primera misión que nos dio Fidel, en enero de 1969, fue prepararnos para realizar el diagnóstico de cualquier enfermedad exótica que entrara al país, y poner las ciencias en función de las demandas nacionales.
“El dictamen del primer brote de fiebre porcina africana (La Habana 1971) demoró entre 20 y 25 días; el segundo (Baracoa, enero de 1980) se hizo en cuatro días incorporando las tecnologías de avanzadas. Luego hemos definido otros en un día y en estos momentos los podemos hacer en horas, gracias a los conocimientos, los equipos y las técnicas con que contamos”.
Lidia fue subdirectora de microbiología del CENSA varios años. “Unos meses después de que Rosa Elena fuera nombrada presidenta de la Academia de Ciencias, me llamó a su oficina y me preguntó quién yo creía que debía ser la directora del CENSA. Me quedé sin palabras, hasta que dije: ¿quién mejor que tú? Le sugerí los nombres de otras dos subdirectoras y ella quiso saber mi opinión sobre una tercera. Meditó y afirmó: `sí, pero ninguna es microbióloga`. Le pedí que tuviera ese detalle también con las otras compañeras; para mí fue un reconocimiento.
“Nunca más me comentó nada, y un día llamaron del departamento de cuadros de la Universidad Agraria para pedirme unas fotos; las estaban solicitando del Ministerio de Educación Superior. Así supe que asumiría la dirección de este centro, que como predijo Rosa va a ser infinito.
“En quienes primero pensé fueron en mi madre y en Engracia Ortiz, la directora de mi escuela primaria. No me preocupé tanto por el CENSA sino en sustituir a Rosa; a quien admiraba por su capacidad para darle respuesta a tantos problemas a la vez. Dudaba de poder hacerlo bien, hasta que me dije: si alguien lo pensó, tengo que hacer lo posible por ser capaz.
“A la luz de tantos años reconozco que me he equivocado en algunas decisiones administrativas. El dirigente tiene que ser un poquito más cruel de lo que soy yo”.
“Hoy estamos haciendo un análisis para concentrar aún más los recursos humanos y materiales, nos ha ido saliendo bien la cultura y el estilo de dirección de planeación estratégica y dirección por objetivo, pero todavía tenemos que ser más precisos para poner los recursos donde logren mayor impacto.
“Este centro es muy diversificado, tenemos resultados en todas las esferas y la altísima responsabilidad de ser integrales; el investigador sabe que tiene que conocer lo más avanzado de la tecnología mundial, pero también ordeñar una vaca, ir a un campo de cultivo, equilibrar la proporción entre innovación tecnológica y aplicación y generalización de resultados; la incorporación de nuevas tecnologías y la gestión del conocimiento.
“No tenemos el mismo capital financiero de los países desarrollados, pero el conocimiento y la capacidad las han creado la Revolución. Durante mi formación visité Francia; por aquellos años hubo un brote de brucelosis bovina y estuve en una estación de patología de la reproducción para incorporar tecnologías y producción de vacunas; la segunda vez fui a Alemania para una confrontación de mi tesis de doctorado. He salido a otras misiones. “Tengo un colectivo que le da el frente a las tareas, y eso me permite asistir a la mayoría de las actividades y eventos que me invitan, no a todos los que quisiera, pues no me alcanzarían las 24 horas del día”.
No recuerdo un día que haya dejado de trabajar
“De mi mamá heredé ser muy presumida; soy obsesiva con la limpieza, he pasado mucho trabajo para cuidar a mis tres hijos y sin el respaldo de mi madre, mi suegra y mi esposo me hubiera costado mucho más; quizás algunas cosas no las hubiera podido hacer. Hice el doctorado siendo subdirectora de microbiología, y todos mis experimentos fueron de madrugada.
“Soy muy apasionada, me acaloro cuando discuto. Delego las tareas; tengo dos personas preparadas para sustituirme desde hace años y otras cuatro jóvenes se están formando. Me desvelo cuando se me queda algo por hacer durante el día, y me levanto a las cinco de la mañana para dejar hecha o preparada la comida.
“He tenido el privilegio de estar varias veces junto Fidel. Es muy curioso, sabe y lee mucho y le gusta convencerse de las cosas, que se hagan por convencimiento y no por vencimiento.
“No recuerdo algún día que haya dejado de trabajar. Me inculcaron aquello de `no le hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan; me gusta reconocer lo que sale bien, hay que ocuparse de las personas. Les tengo un respeto extraordinario a mis trabajadores.
“Mis hijos quieren que me jubile, me encanta mi casa, regar las plantas, limpiarlas; a veces pienso que puedo ser profesora de la sedes universitarias municipales, tengo 44 años de trabajo, y más de la edad para jubilarme, pero hacerlo sería una traición”
¿Una vida para dar?
“Dando me he sentido contenta, siento que he hecho algo útil”.

06 julio, 2009

Entrega de tierras: realidades y manipulaciones

La entrega de tierras ociosas en usufructo parece convertirse en tema para otra campaña mediática contra la realidad cubana. Algunas agencias han recurrido a personajes que piden el anonimato o a descontextualizar opiniones, citadas en reportajes de la prensa nacional, para desvirtuar la marcha de este proceso.

El 27 de junio, un cable de ANSA fechado en La Habana, afirma que el asunto “se encalló en la burocracia y no logró, tras nueve meses, su objetivo de elevar la producción de alimentos y reducir su importación”. “La entrega de tierras cayó en manos de la burocracia: las solicitudes tienen que transitar por 9 pasos y si son denegadas hasta por 13 pasos”.

Cuba: pese a la entrega de tierras, la agricultura aún no funciona, aseguró un titular de Infolatam/Efe, el 22 de marzo último, y agrega que “…el diario Juventud Rebelde detalla que quienes recibieron tierras en usufructo tienen grandes dificultades para ponerlas a producir, conseguir herramientas de labranza y semillas o para comercializar las cosechas."El proceso reclama mejor estructuración. Los usufructuarios empiezan a formar parte del gran sistema de la agricultura cubana, una cadena con muchos de sus eslabones oxidados que no siempre se articulan bien, afirma el periódico”. Añade que "un gran por ciento de las tierras entregadas (...) han llegado al mes de marzo sin estar listas para el cultivo".

Efe, intencionalmente, seleccionó dos opiniones dentro de lo que calificó como “un extenso reportaje”, y corresponden a personas que ya recibieron la tierra; el primero dice que “uno de sus mayores problemas es que no sabe `cómo calcular` lo que va a cosechar”. La segunda explicó que “no es posible producir aún alimentos en los campos que recibió porque estaban infestados de marabú”.

Sospechosamente, ninguna de las citadas notas recurre a fuentes oficiales, ni a quienes solicitan tierras, las han recibido o les han denegado su entrega. La verdad sobre la marcha de este proceso se conoce diariamente en el Ministerio de la Agricultura.

Desde el 17 de septiembre pasado hasta el 3 de julio se han presentado a las Oficinas Municipales de Control de la Tierra 110 mil 463 personas para tramitar su solicitud; 31 mil pidieron áreas que no estaban contempladas en el decreto ley. Se abrieron 93 mil 529 expedientes, que están en distintas fases del proceso; hay aprobados 78 mil 113 y se denegaron dos mil 383, que provocaron 645 reclamaciones, la mayoría resueltas. De los aceptados 65 mil 324 ya están asociado a cooperativas de créditos y servicios.

Producen y tienen sus contratos con el estado 55 mil 995 de los aprobados. Un estudio de las tierras estatales ociosas arrojó un millón 691 mil hectáreas, de las cuales se han entregado 689 mil 697, el 41%. El 25,4% están en explotación o sembradas. La eficiencia del proceso es de 84,83%.

Sería iluso pensar, hasta para los neófitos, que algún proceso agropecuario que comienza con la solicitud de la tierra podría dar resultados productivos significativos en sólo nueve meses.

Además de los trámites para obtener la fuente de riquezas que es el suelo, se necesita prepararla, sembrarla y cultivarla para luego cosecharla o en otros casos tener animales que aporten leche y carne. Es un proceso biológico que requiere tiempo.

Es lógico que haya mujeres y hombres que necesiten capacitarse para explotar al máximo ese recurso; la agricultura tiene un sistema para lograrlo, sin excluir a nadie. Es cierto que algunas tierras necesitarán hasta dos años para ponerse en explotación de acuerdo con el grado de infestación de marabú que tengan, para eso se hacen los contratos entre el productor y el delegado municipal de la Agricultura.

¿Burocracia? Sí, es un proceso que lleva trámites e involucra a varios organismos. Unos para evitar que esas tierras vuelvan a ser declaradas ociosas, que sean utilizadas para fines ajenos a la producción de alimentos, o para realizar otras ofertas en caso de que las solicitudes no sean correspondidas. Conlleva también definir los intereses de las partes involucradas, y medir algunos terrenos hasta en el empinado lomerío.

La entrega de tierras requirió la creación de las delegaciones municipales de la agricultura. Como en toda actividad humana, en unos territorios el proceso avanza más rápido –Ciego de Ávila, Pinar del Río, Camagüey y Cienfuegos, en otros más dilatado –La Habana, Las Tunas, Holguín y Guantánamo.

La burocracia no lo ha encallado. Y a quienes piensen que ha sido excesiva o tengan dudas aún, los invito a visitar las montañas de Cumanayagua, en Cienfuegos, para que vean cómo van tumbando marabú y sembrando las áreas desbrozadas; o a Caimanera, donde descubrieron un viejo canal de riego tapado por el marabú y ya crecen en sus alrededores arroz y otros vegetales.

Podrían conversar con los hombres que se han incorporado a la producción de leche en Consolación del Sur, en Pinar del Río; ver cómo se transforman los alrededores de la ciudad de Camagüey con el crecimiento de maíz, hortalizas, frutales y la incipiente ganadería. Para dar crédito a este proceso hay que convivir con él.