Fotos: Joaquín Hernández Mena
Son las nueve de la mañana y un extraño silencio despierta la curiosidad. Alrededor de 300 personas me rodean, están bien cerca, pero no se ven, no se escuchan. Terminó la cosecha de tabaco, las vegas están desiertas y sólo el trinar de las aves y el batir de las hojas de palma atraen en el paisaje.
Son los predios de la UBPC Batalla de las Guásimas, en San Antonio de los Baños, y nada altera el orden allá adentro, en las casas de cura controlada, en la escogida, en la oficina. Cada trabajador asume su tarea con responsabilidad y ni cuando logras hablar con alguno de ellos deja quieta sus manos o las aparta de la labor.
Esta UBPC completa, como pocas, un ciclo productivo que va desde la siembra del tabaco, la curación y el empaque hasta su venta a la industria.
Por esa razón, sus cooperativistas tienen suficiente contenido de trabajo todo el año, y son los agricultores que hicieron los semilleros, regaron los canteros, cultivaron y cosecharon las hojas, los mismos que ahora se ocupan de las labores conocidas como de la preindustria.
Esa es quizás la mayor ventaja de este colectivo, vanguardia nacional del Sindicato de Trabajadores Tabacaleros desde hace ocho años, y donde el costo por peso de producción es de 50 centavos. Sin verlos trabajar, pudiera parecer increíble el grado de integralidad y a la vez de especialización alcanzado por este colectivo en faenas de tantos detalles y curiosidades.
CON LAS FASES DE LA LUNA
“Cuando uno no tiene motores para regar el agua, tiene que guiarse por la luna”, dice Silvio Cordero, encorvado sobre las hojas y por los muchos años en las labores del tabaco, aprendidas en su natal Mantua. Ahora, aunque en la UBPC aplican las tecnologías más avanzadas para la agricultura, el anciano pronostica los mejores momentos para cada actividad de las campañas.
“Al tabaco hay que hacerle todas las labores a tiempo, si no se ’empala’: regarlo cada siete días, darle tres pases para desbotonarlo, porque el hijo le chupa la fortaleza a la hoja. Aquí hay muy buenas vegas de capa y le aplicamos humus de lombriz para que le dé grasa al tabaco, aunque nunca llega a tener el mismo brillo que el de Pinar del Río, allá influye mucho el suelo.”
Y Santiago Álvarez Pérez, el técnico veguero que ahora está clasificando las hojas en la escogida, sabe que todo cuanto dice Silvio es cierto, por eso “el viejo” es como el consejero de la UBPC.
“El trabajo en la escogida es muy fuerte, trabajamos alrededor de nueve horas diarias, unos sentados casi en la misma posición, otros de pie, pero es posible sobrepasar la norma y contribuir a la economía de la cooperativa y a la individual. Es una labor bien remunerada.”
De ello da fe Dagmaris Cárdenas, quien desde la computadora descifra la economía de esta entidad que logró el pasado año un millón 728 mil pesos de utilidades (el 70% se reparte entre los socios), distribuyó más de 212 mil pesos convertibles a sus socios por los altos rendimientos y la calidad del tabaco, no utiliza créditos bancarios, y que ni siquiera en el año que se le sumaron las tierras y los hombres de una UBPC ineficiente perdió su rentabilidad.
LA PREMISA ES LA CALIDAD
Entre las premisas de la calidad y la educación económica hay una simbiosis, y aunque conllevó mucho esfuerzo hoy los cooperativistas de la Batalla de las Guásimas, asentada sobre las tierras rojas y productivas de La Habana, dominan al detalle los términos de costos, gastos, insumos, reservas, ahorro y beneficios materiales y monetarios.
La asamblea mensual de afiliados es la vía para transmitir la información, es el momento del debate, de plantear insatisfacciones, de trazar las estrategias y los compromisos.
“Lo más difícil es el enfrentamiento diario con tantas tareas y con el personal, aunque sea un ciclo que se repite cada año. El tabaco tiene alrededor de 200 actividades y eso te lleva a hacer cambios todos los días”, precisa Aurelio Reyes Santiesteban, el administrador de la UBPC.
“Tuvimos que cambiar la mentalidad de los hombres y mujeres que integraron la cooperativa, convencerlos de que la UBPC es nuestra, que pasábamos del trabajo asalariado a la obtención de beneficios por todo cuanto hiciéramos, en la medida que fuéramos logrando rentabilidad.
“Era un reto, pues los cooperativistas no creían que podíamos ser rentables dentro de una empresa —la Tabacalera Lázaro Peña— que perdía alrededor de 40 millones de pesos cuando se constituyó la UBPC, en noviembre de 1993. Hoy acopian más de 3 mil 100 quintales de tabaco, más de 7 mil de viandas y hortalizas, 15 mil litros de leche y tienen un módulo pecuario para el autoconsumo.
Obtienen el 35% de capas de exportación en el tabaco que cosechan en 7,5 caballerías, y han creado las condiciones idóneas para evitar robos, hurtos, desviaciones.
“Hay un riguroso control, mediante custodios y un sistema automatizado hoja a hoja, desde que el tabaco entra a la escogida hasta que se hacen los tercios de más de cien libras”, asegura Yakelín Cárdenas, la jefa de calidad.
Los rostros y las voces de la escogida revelan que la mayoría del personal procede de las provincias orientales. Para ellos se han creado las condiciones de albergamiento y alimentación y un régimen de trabajo que les permite disfrutar de vacaciones en sus hogares.
El plan de desarrollo de la UBPC tiene en la mira la construcción de viviendas, pero de inmediato no se resolverán para toda la fuerza de trabajo. Con los recursos de la cooperativa construyeron una casa infantil, que aún está deshabitada, por falta de personal especializado para la atención a los infantes, informó Aurelio.
HOMBRE HABANO
Aurelio Reyes Santiesteban le da vida a la UBPC. La autoridad y el prestigio que tiene en su colectivo y en el sector los ha ganado con su entrega al trabajo, con la superación, por los resultados económicos y productivos de la entidad que administra. Y fue designado Hombre Habano en el 2002, una condición que comparte con expertos y prestigiosas figuras del mundo del tabaco.
Antes del surgimiento de las UBPC en el país, Aurelio era jefe de maquinaria de una granja en la misma Empresa Lázaro Peña, por lo que el trabajo de dirección no le era ajeno, y aplicó mañas y experiencias a su nueva encomienda.
“Al tiempo que se alcanzó la rentabilidad fuimos estabilizando el personal agrícola, el idóneo, e hicimos brigadas especializadas para la siembra, la recolección, la maquinaria; hoy todos saben lo que tienen que hacer.
“Conversar con los trabajadores, explicarles cada paso que damos es una tarea constante, porque a veces no entienden lo fácil que es perder. Una hoja de tabaco en cada planta que sembramos representa alrededor de 280 quintales en el área, y eso al precio que lo vendemos significa 280 mil pesos. Si perdiéramos una sola en cada planta, ya sabes cuánto pierde la UBPC. Tienes que ir al detalle, incluso, de cosas que a veces parecen insignificantes.
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