A los cinco años, Camilo Rojo no podía comprender el significado de las palabras crimen, atentado. “Yo estaba jugando con unas figuras geométricas cuando mi hermana, que estaba en sexto grado, entró al aula. Me dio mucha alegría verla, pero vino a darme la noticia.
“En el camino hacia la casa, con mamá, mis hermanos y los compañeros de mi papá, veía mucha tristeza, iban apenados, llorosos, con lástima por nosotros, y empecé a reaccionar”.
Camilo Rojo Álvarez rememora, después de 30 años, el impacto del crimen cometido contra 73 inocentes durante la voladura en pleno vuelo, de la aeronave de Cubana de Aviación en las costas de Barbados, donde pereció su padre, Jesús Rojo Quintana.
“Yo no lloré cuando me lo dijeron, pasaron unos días y mi madre nos llevó a la Plaza, donde estaban expuestos, para mí, todos los cadáveres. Ese fue el momento que marcó mi vida: el llanto de las personas, la connotación. Era algo muy grande para una persona tan pequeña... No se me olvida cuando Fidel estaba hablando, aquella multitud y hasta algunas personas que se desmayaban.
“Después llegó una calma y empecé a entender que ya no vería más a mi papá, por qué era la ausencia y qué era un asesinato, un crimen. Lo que más me dolía era cuando había un cumpleaños, una actividad en la escuela, y mis amiguitos iban con su mamá y su papá, y el mío no estaba.
“A partir de ahí todo fue sufrimiento. Me privaron de su cariño. Ahora lo comprendo bien, porque tengo una hija de cinco años que siempre descubre algo, que me pregunta incesantemente, que me cuenta… y eso es maravilloso.
“Mi madre tuvo que hacer un trabajo extraordinario. Siempre he dicho que si alguien tiene méritos en mi vida es ella, por el papel que desempeñó una mujer joven con tres hijos, para encaminarnos, integrarnos a la sociedad. Hizo lo imposible para que no viviéramos cabizbajos; había que vencer los obstáculos.
“Mi padre es mi ídolo. Y lo que me hace sentir más triste es que lo mataron, junto a otros 72 inocentes, encerrados en un avión, sin derecho a defenderse, a la supervivencia.
Una explosión en un avión es catastrófica, y eso me lleva a pensar todavía cómo habrán sido sus últimos momentos…
“Los recuerdos que tengo de mi padre son momentitos…, tengo una idea de su rostro, de su forma. Al saber que no lo iba a ver más, esas ideas se me hicieron fijas y han marcado mi dolor. Podemos estar alegres, pero cuando salimos de eso, nos sentamos y nos preguntamos si él estaría alegre, si estaría satisfecho de nosotros. Me dio mucho dolor que mi padre no estuviera en la Tribuna Antiimperialista el día que recibí el título de abogado.
“El crimen de Barbados no es historia, han pasado 30 años, pero no se ha hecho justicia con quienes lo planearon, lo financiaron y lo ejecutaron. Es una huella detenida en el tiempo”. Lloré por todos
“Iba para el trabajo y ya mis compañeros llevaban el periódico. Cuando vi la foto y leí su nombre me puse muy mal, él llevaba una semana en Barbados, pero no sabía que vendría en ese avión.
Sus compañeros llegaron a buscarme, no lo hicieron a las 12 de la noche del mismo día 6, cuando se confirmó la noticia, para no traumatizar a los niños”, recuerda Asela Álvarez Díaz, viuda de Jesús Rojo Quintana, funcionario de Cubana de Aviación en el momento del sabotaje.
“Del aeropuerto salimos a buscar a mis hijos, que estaban en la misma escuela, llevábamos el periódico. La directora, que era sicóloga, me dijo que a los niños había que decirles siempre la verdad. Buscaron a la hembra, de 10 años, le explicaron todo y la encargaron de decírselo a los dos varones.
“Una tiene que armarse de mucho valor para enfrentar situaciones como esas. Sufrí, pero pensaba primero en ellos, en cómo reaccionarían. Sus compañeros me ayudaron mucho, becaron a los muchachos y durante varios años los trataron en la Clínica del Adolescente; no tenían problemas graves, pero estaban afectados.
“Cada vez que Jesús, el mayor de los varones, que tenía seis años, veía a una persona parecida a su padre se echaba a llorar; lo extrañaban, ellos tenían adoración por él. Era un hombre muy alegre, jugaba con ellos como si también él fuera un niño. Nunca estaba bravo y tenía una solución para todo. Nunca los regañaba sin motivos.
“El momento más difícil fue en la Plaza. Toda repleta de gente en posición de atención. Aquello fue muy impresionante, porque ves la magnitud del sufrimiento del pueblo. Yo le decía a mis hijos: ‘ven esa gente así, es en honor a su papá’. Lo hacía para que entendieran, para que escogieran un buen camino; y han salido muy buenos hijos, trabajadores, revolucionarios.
“La sicóloga me decía que a los niños siempre había que darles lo que necesitaban, que no les diera más —aunque yo no le podía dar más porque era y soy pobre—; que les proporcionara mucha distracción, por eso los domingos los llevaba al Parque Lenin, a la playa, al zoológico; y es verdad, cuando les das más a los muchachos, llega un momento en que no les interesa nada en la vida.
“El dolor que siento por ese salvaje crimen no es solo por mi esposo—tenía 33 años—, es por 73 personas, algunos casi niños. Sinceramente, lloré por todos y me solidarizaba con sus familias”. El dolor se multiplica
“Mientras no se haga justicia, nuestros muertos no van a descansar en paz”, sentencia Asela Álvarez, con el dolor aún cortándole las palabras, y agrega:
“¡Cuántos años hace que estamos llorando y clamando justicia! ¿Dónde está la justicia en Estados Unidos?”
Y como si ni lo pensara, le sale otro dolor: “Quieren soltar a Posada y tienen presos a los Cinco. ¡A Posada Carriles hay que juzgarlo por el crimen de Barbados y por todos los que ha cometido!”
Camilo, el hijo menor de Jesús Rojo, es coordinador del Comité de familiares de las víctimas de la voladura del avión de Cubana de Aviación en Barbados, y asegura: “No tengo sed de venganza, lo que quiero es ver a Posada en un tribunal declarando la verdad y a la justicia imponiéndose a partir de esa verdad.
“El terrorismo nos afecta a todos. He recibido solidaridad hasta de los más reaccionarios, de personas que no están de acuerdo con el proceso revolucionario en Cuba, pero me dicen que están conmigo, porque lamía es la causa de todos.
“Yo estoy luchando porque no se cometan más actos terroristas, porque otros niños no sufran lo que yo sufrí, porque una madre no pierda a su hijo, o un padre a su esposa; y eso mismo que siento yo lo quieren los familiares del 11 de septiembre, que viven en EE.UU., tenemos contactos con ellos y lo sabemos muy bien.
“Admiro mucho a nuestros Cinco Héroes; han sacrificado sus vidas para proteger muchas otras. Si hombres como ellos, en el año 1976, hubieran estado cercanos a estos terroristas, mi padre estaría vivo. Nuestros hermanos están vivos, pero no viven entre sus familiares.
“Hay cosas que el pueblo de Estados Unidos debe saber, necesitamos el respaldo del pueblo norteamericano. Tenemos que demostrarle que hay leyes vigentes, que no se deben violar: el Convenio de Montreal, de 1971, de la Seguridad Aeronáutica, que dice: si una persona atenta contra una aeronave y está en ese Estado, si no lo extradita tiene que juzgarlo.
“Ese convenio se hizo seis años antes del crimen de Barbados, pero le cabe perfectamente a Posada y a Bosch. EE.UU. debe sancionarlos mediante el artículo siete de ese convenio. Tampoco podemos olvidarnos de la Resolución de Naciones Unidas, promovida por el gobierno norteamericano en su llamada lucha contra el terrorismo: el que tenga, el que guarde, el que cuide y proteja a un terrorista es tan terrorista como el propio terrorista.
“Espero que Estados Unidos no viole el Convenio de Caracas, de 19 de enero de 1922, que se ratificó el 15 de febrero de 1923 entre los países de Estados Unidos y Venezuela y es el elemento principal de los venezolanos para presentar la demanda de extradición de Posada, es su arma jurídica. Y si logramos llevar a Posada a un tribunal, tiene que acudir Bosch, quien también se ha confesado autor del sabotaje al avión cubano.
“La lucha contra el terrorismo no tiene nada que ver con la ideología. Es la lucha de todas las personas de buen corazón para que no mueran inocentes. El terrorismo afecta al mundo y si todo el mundo se une, levanta la lucha, la denuncia, habrá una verdadera guerra contra el terrorismo
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