01 mayo, 2009

En las entrañas del Amazonas (III)


Lluvia y agua por doquier

La llegada a Manaos fue contradictoria. Tanta lectura había hecho de sus bellezas que en la primera impresión quedé decepcionada. Desde el aire todo era inmensidad, pero en la tierra y aún desde el avión, el aeropuerto internacional era horrible.

Pequeño, como sucio o manchado por tanta lluvia o por el tiempo, las áreas del campo de pista descuidadas, una cerca perimetral fea y… la jungla. Nada de la ciudad.

En Manaos, la capital del estado de Amazonas, habita su millón y medio de habitantes, que viven constantemente amenazados por la malaria, enfermedad que trasmite el mosquito anófeles darlingi.

Es una ciudad portuaria internacional, situada a mil 500 kilómetros de la desembocadura del río Amazonas y a sólo 40 u 80 metros por encima del nivel del mar. Es una húmeda y no demasiado limpia. En el Amazonas llueve durante seis meses, entre diciembre y mayo y el resto es imposible descartar que algún aguacerón te sorprenda caminado por calle, cuando diez minutos antes el Sol cegaba y quemaba la piel.

La capital tiene una infraestructura urbana metropolitana, con una extensa red de hoteles, restaurantes, una Zona Franca, dos carreteras principales de acceso, puertos, aeropuertos, centros comerciales, centro de convenciones, hospitales, amplia red vial, anchas avenidas y muchos rascacielos.

Algunas de sus construcciones, como el Puerto Revitalizado de Manaus y las famosas casas flotantes palafitos son proyectadas para los desniveles estacionales de los ríos.

Su historia comienza en 1669, Con la fundación del fuerte de San José da Barra do río Negro, en 1669 comienza la historia de Manaos, una aldea originaria que pasó dos siglos aislada del resto de Brasil y del mundo. Con el tiempo se convirtió en la ciudad más próspera, admirada y envidiada de la cuenca amazónica.

Atrae a millones de turistas anualmente, en solo un fin de semana, digamos como es el que coinciden con el coinciden con el Festival de la Ópera se reúnen más de 200 mil visitantes; la auténtica joya de Manaos es el teatro Amazonas, herencia de los tiempos de esplendor cauchero. Proyectado íntegramente en Portugal, fue inaugurado en 1896. En su desmedido afán vanguardista, la nueva aristocracia de Manaos no dudó en contratar a los más afamados artistas europeos de aquel tiempo, como Sara Bernhardt y Enrico Caruso.

La intensidad de su tráfico fluvial es increíble y pone a la urbe en comunicación marítima directa con muchos de los grandes puertos del mundo. En la década de 1970 se produjo una explosión demográfica.

Aconsejo a todas las personas que quieran viajar a la capital del Amazonas traer ropas ligeras y confortables, calzado para caminar, espejuelos oscuros, paraguas, linterna, protector solar y repelente, porque comprar aquí es una odisea y debe ser una de las ciudades más caras del mundo. Preventivamente se debe llegar vacunado contra la fiebre amarilla y el tétano.

La metrópoli está ubicada en la región norte, a dos mil 150 kilómetros de Brasilia. El Aeropuerto Eduardo Gomes, a 15 kilómetros del centro, recibe vuelos de ciudades brasileñas y de Sudamérica.

El traslado a Manaos desde otras ciudades de Brasil es únicamente por avión. El servicio de autobuses se realiza solo para Boa Vista, capital del estado de Roraima y para algunas localidades en el estado del Amazonas. Los viajes por vía terrestre para Manaos generalmente incluyen largos recorridos en barcas o balsas. De ellos, espere nuestras historias.

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