01 diciembre, 2005

No nos devolvieron el avión


El secuestro o apoderamiento ilícito de aeronaves civiles es una de las modalidades de terrorismo que el gobierno de Estados Unidos promueve contra Cuba.

Esta práctica abominable, instrumentada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) desde 1959, ha traído nefastas consecuencias.

Hasta el año 2003, Cuba fue víctima de 56 secuestros de aviones, desviados la mayoría hacia EE.UU.; 26 de estas naves fueron embargadas por el gobierno norteamericano y no siempre los culpables fueron sancionados.

Los daños económicos por secuestros y desvíos forzosos de aeronaves ascienden a dos millones 242 mil 395 pesos, y por intento de secuestro a 267 mil 300. Los perpetradores de estas acciones, gente sin escrúpulos y dispuestos hasta a asesinar si fuera necesario para alcanzar sus objetivos, han provocado la muerte de 13 personas y heridas a otras 32.

Pero las consecuencias de estas prácticas execrables también se convirtieron en una pesadilla para los ciudadanos norteamericanos. Las autoridades de ese país nunca sospecharon que la promoción de estos actos contra Cuba pudiera generar los mismos inconvenientes dentro de su propio territorio.

A principios de 1961 se produjo el primer secuestro de un avión civil estadounidense hacia Cuba. A partir de ese momento, los desvíos forzosos hacia la Isla se incrementaron vertiginosamente.

Con el ánimo de combatir y poner fin a los secuestros de aviones de Cuba a Estados Unidos y viceversa, La Habana —signataria de varios convenios y protocolos internacionales que proscriben las amenazas y hechos concretos contra la aviación civil— instó a Washington a adoptar acciones en las que ambas partes se comprometieran a devolver cualquier fondo apropiado por los extorsionistas, a velar por la protección física de los pasajeros, la tripulación y la nave secuestrada, y a condenar a cualquier persona que en su territorio conspire para promover o promueva la comisión de este tipo de delito.

Sin embargo, la historia ha sido bien distinta. Mientras las autoridades de la Isla contribuyen a preservar la seguridad de la aviación civil estadounidense incluyendo la devolución de sus naves, Cubana de Aviación está continuamente en riesgo de ser víctima de actos terroristas.

La inmoral política migratoria de los Estados Unidos contra la Isla, reforzada a partir de 1966 con la Ley de Ajuste Cubano, continúa estimulando las salidas ilegales de cubanos hacia ese país por diferentes vías.

EL PENÚLTIMO SECUESTRO DE UN AVIÓN CUBANO

Un hecho fortuito situó a Gustavo Adolfo Salas en el vuelo 877, que cubría la ruta Habana-Gerona, Gerona-Habana, en la tarde del 19 de marzo del 2003. El piloto suplió a un colega enfermo, y tuvo la experiencia más dramática de su vida cuando un grupo de antisociales secuestró la nave en que viajaban 36 personas.

De regreso a la capital, comenzando el descenso sobre la pista de Rancho Boyeros, “sentimos un estruendo, chequeamos los parámetros de los motores, todo estaba normal. Con el segundo golpe derribaron la parte superior de la puerta de la cabina; ya habían amarrado a la escolta y a los dos mecánicos, y cuando yo reaccioné el autotitulado jefe del grupo le tenía puesto un cuchillo en la garganta al capitán. Todo fue en cuestión de segundos.

“El hombre anunció que era un secuestro, que pusiéramos rumbo a Miami. Entonces el capitán le dijo, ’nosotros te llevamos para allá, pero que no le suceda nada a ningún pasajero”.

A la hora del recuento, las maniobras técnicas vienen a la mente de Salas: informó al Control de Tránsito Aéreo lo que sucedía, y recibió las orientaciones precisas para enrumbar hacia Miami, pero las reservas de combustible de un vuelo doméstico no eran suficientes para cubrir esa distancia, por lo que pidió un punto más cercano para aterrizar. Le recomendaron Cayo Hueso, que está a 70 millas.

Muchos riesgos enfrentaron en aquella travesía, mas desconocían el peor: “esa misma noche en que nuestro avión marchaba secuestrado, Bush dio la orden de invadir a Iraq. La fuerza aérea de EE.UU. estaba en alarma roja.

Nos enteramos cuando un oficial de Inmigración nos dijo: ’nacieron hoy, porque detrás de ustedes había dos F-15 con la orden de derribarlos si se salían de la ruta’”.

El desprecio de los secuestradores por la vida se manifestó desde el instante en que pusieron en riesgo a sus hijos y esposas, estas últimas cómplices del secuestro.

“Sobre el mar le dije al secuestrador: el combustible no alcanza para llegar y replicó: “a mí no me importa, como si nos caemos al agua, lo que me interesa es salir de Cuba”. Otro vino a la cabina y le dijo a su jefe: “cuando vayamos a aterrizar fíjate bien si los patrulleros son Lada y si son, échatelos”. Estaban decididos a cualquier cosa.

“Los secuestradores pensaron que los iban a recibir con bombo y platillo, y al contrario, enseguida que aterrizamos fueron esposados.”

A partir de entonces comenzó otra odisea para los tripulantes del vuelo 877: el traslado a una cárcel de inmigrantes en Miami, maltratos psicológicos, hambre, sueño, cansancio, y la continuación de un tren de interrogatorios practicados por diferentes dependencias policiales norteamericanas, “donde siempre nos preguntaron si queríamos quedarnos o si no teníamos temor a las represalias cuando llegáramos a Cuba”.

Un oficial de Inmigración instó a Salas: “aprovecha ahora, este es el país de la libertad”. Él respondió: “quiero que le echen combustible al avión para regresar a Cuba”.

BUSCANDO UN CULPABLE

Ocho meses después, el 29 de noviembre de ese mismo año, Salas —junto a tres de los tripulantes— regresó a Estados Unidos para participar en calidad de testigo de la Fiscalía en el juicio contra los secuestradores.

“Durante la preparación del juicio en Cayo Hueso, el juez de la Corte dijo a los abogados de la defensa —todos contratados por la Fundación Nacional Cubanoamericana—, que no quería oír una palabra de política en el juicio, que se iba a sancionar un acto de terrorismo, de piratería área.”

A varios días de comenzar el juicio algo preocupó a Salas: él era el único cubano que no había comparecido ante el tribunal. “Estaban preparando una estratagema, la defensa solicitó a la Fiscalía utilizarme como su testigo, y ello requería otra reunión preparatoria.

“Todas las preguntas giraron sobre política, ninguna sobre el secuestro. Indagaron por qué Fidel nos había recibido al regresar a Cuba, si era verdad que para ser piloto en nuestro país había que ser militante del Partido y qué funciones hacía en el núcleo, sobre mis declaraciones en la Mesa Redonda. Al final desistieron de utilizarme, yo no le servía para sus intereses”.

El juicio recesó el fin de semana. Gustavo Adolfo Salas rememora que el juez indicó a los miembros del jurado que no se predispusieran mirando televisión, escuchando radio o leyendo los periódicos, porque la prensa, y sobre todo la de Miami, dice lo que le conviene.

Una vez ante la Corte, los abogados de la defensa trataron de demostrar que Salas tenía un plan de vuelo para viajar a Cayo Hueso, que tenía vínculos y era cómplice de los secuestradores.

“Si demostraban que uno de los miembros de la tripulación estaba complotado con ellos, el caso dejaba de ser secuestro, por tanto era innecesario el juicio y los secuestradores serían declarados inocentes del cargo de piratería aérea, pero no lo lograron; los culpables fueron sancionados; sin embargo, el gobierno norteamericano no nos devolvió el avión.”

Fuentes:

-Multimedia Cuba acusa.

-Impactos del terrorismo en la Aviación Civil

Cubana, de María Caridad Pérez Perdomo, especialista del IACC.


(Entrevista realizada junto al periodista Rafael Hojas Martínez)

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