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Cuentan los viajeros que uno de los aterrizajes más peligrosos, pero el más bello de todos, se disfruta en el aeropuerto internacional Antonio Maceo, de Santiago de Cuba. La ciudad emerge entre el mar y la montaña y las operaciones para planear están reservadas a pilotos expertos.
Volando a gran altura es preciso reducir la altitud en poco espacio, por lo que muchos sienten la sensación de amarizar. Desde encima del lomerío de la Sierra Maestra (la más alta del país) se descendiente al nivel mar en instantes.
Llegar a la ciudad por aire es un privilegio y los últimos momentos del vuelo son para el deslumbramiento: el verde opaco de las empinadas montañas (en ellas se encuentra el pico más alto del territorio nacional–el Turquino- a 1400 metros sobre el nivel del mar) se estrella contra el azul intenso del cielo y el mar (la bahía más profunda del país) y una multitud de colores se mezclan en la añeja arquitectura de la ciudad.
En lo adelante sólo verá color, alegría, hospitalidad y cubanía: Santiago de Cuba
se desborda y se afianza como “La tierra caliente y la capital del Caribe”.
UNA DE LAS SIETE PRIMERAS VILLAS
No es casual, que siendo Santiago de Cuba una de las primeras villas fundadas por los españoles en el archipiélago caribeño, conserve aún la que se conoce como la casa más antigua del país: la que habitó el Adelantado Diego Velásquez en el Siglo XVI. Está situada al borde de la Plaza Mayor, como muchas otras de su estilo renacentista, muy cerca de la Santa Basílica Metropolitana, el Ayuntamiento (hoy sede del Gobierno local) y otras edificaciones de alto valor arquitectónico.
Sobresalen en sus paisajes las calles Padre Pico, con su elevada escalinata que se remata en la loma del Intendente, escenario de amor y de guerra; Enramada –otrora camino de procesiones- y Heredia – la que nunca duerme, por sus canciones, el merodeo de sus gentes y su luminosidad.
Espacio reservado para el elogio a la Iglesia Catedral, con sus elevadas torres paralelas, que marca el centro histórico de la villa, al Parque Céspedes y al Morro, antigua fortaleza militar, desde donde se atisban, haciendo contrastes, la ciudad, el mar y el lomerío.
FIESTA DEL FUEGO
Durante dos semanas de cada mes de julio, la Ciudad de Santiago de Cuba, en especial, su Parque Céspedes, se convierten en el escenario de la Fiesta del Fuego. Esta festividad une a las más añejas tradiciones de todos los países del Caribe: música, danza, poesía, artesanías, canciones y hasta lugar ideal para hacer negocios y elevar la integración en esta región geográfica.
Luego, las festividades se prolongan en el Carnaval santiaguero, la otra oportunidad para las tradiciones y las fiestas criollas. De arraigada vocación popular, el carnaval es el origen de la conga y la comparsa, que luego se fueron extendiendo por toda la isla hasta rematar en la actual capital cubana.
Sí, porque en la historia más antigua de las ciudades en Cuba, Santiago fue la capital del país, hasta avanzada la colonia, cuando La Habana ocuparía ese lugar histórico. Sin embargo, no ha surgido una tercera que le quite el puesto a la oriental provincia, que constituye la segunda en importancia económica, política y social de Cuba. En ella habitan más de un millón de personas, que se ocupan de importantes producciones industriales, agropecuarias y textileras.
REGAZO DE HÉROES Y MÁRTIRES
Como una mezcla de historia y arte puede definirse al Cementerio de Santa Efigenia, de Santiago de Cuba. De arquitectura privilegiada y flamantes edificaciones, símbolo del poderío económico de la burguesía local, es este sitio, que acoge en su seno los restos de relevantes personalidades de la nación.
Hay un Panteón erigido a Carlos Manuel de Céspedes –el Padre de la Patria- el primero que libertó a sus esclavos y los convocó a las gestas emancipadoras y
un Mausoleo a la Memoria de José Martí –el Apóstol de Cuba-, que permanece vestido de flores blancas.
Mas, no se puede escribir de Santiago de Cuba, por muy sucinto que se pretenda ser, sin mencionar al otrora Cuartel Moncada –sede de la dictadura militar del gobierno prerrevolucionario- que fue asaltado el 26 de julio de 1953, por un grupo de jóvenes, que encabezaba el abogado Fidel Castro.
La fracasada operación militar fue el preludio de la Revolución, el cuartel se convirtió en escuela y del juicio a los jóvenes asaltantes surgió una frase y una prédica que aún tiene vigencia: La Historia me Absolverá.
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