El tiempo no cura el dolor. En la multitud, rostros llorosos, indignados; cuerpos anhelantes de un abrazo. Las palabras excitan el recuerdo; la Plaza enardecida y una sentencia vibrando por los altavoces: “Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla”.
Remover treinta años después las vivencias de los familiares y compañeros de las víctimas del sabotaje al avión de Cubana de Aviación en Barbados, es un clamor a la justicia. Late el reclamo de que los asesinos sean juzgados: Orlando Bosch pasea por las calles de Miami ideando qué nueva atrocidad pueda cometer, mientras Luis Posada Carriles encuentra refugio en el chantaje.
La paloma que traía/ tanta gloria allá en su pecho/ la han tumbado por despecho/ y no ha salido todavía*
Seida González Méndez, una de las aeromozas que llevó hasta Barbados a la tripulación que una semana después regresó en el vuelo CU-455, no ha podido salir del súbito sobresalto de aquella esperanza naufragada. “Me he sentido triste toda la vida. Con la tripulación que falleció ese día había compartido distintos vuelos; estaba encariñada con mis compañeros.
“El 6 de octubre de 1976, yo salía de extra en el otro DC-8 hasta Praga, para seguir tres días después hasta Hanoi. Cuando me recogieron en casa percibí algo extraño en Pedro Álvarez, el sobrecargo mayor del vuelo y en Elena González, que ya venían en el auto. Ellos lo sabían, pero no me lo quisieron decir. Me informaron cuando abordé el avión…
“Alentando alguna esperanza allá en Praga, llamábamos a La Habana, hasta que supimos que nada se podía hacer. Regresé el día 15, justo cuando hablaba Fidel en la Plaza y toda la tripulación dejó el equipaje y con mucho trabajo nos integramos a la masa humana que colmaba el Memorial”.
Le dio envidia al enemigo/ verle sus alas tan blancas/ que flameaban en la estancia/ del cielo que fue su abrigo/
“De mis compañeros muertos tengo muchos recuerdos, dice Seida. Wilfredo, el capitán, íntegro, siempre sonriente, saludaba preguntando, ¿cómo anda la carioca?, no importa quién era la persona.
Tomás, el copiloto, y Marlen González hacían una pareja maravillosa, eran muy románticos. Magali Grave de Peralta fungía como jefa de las aeromozas en ese momento. A Pagán le decíamos comecandela, porque se destacó mucho en la guerra. El día que lo llevamos para Barbados llegó tarde a abordar, y con su sonrisa nos explicó que lo habían recogido un poquito atrasado. Subió por la parte delantera del avión y hasta le ayudé a subir la maleta”.
…Encontraron dos bandidos/ impulsados por dinero/ y en sus manos de asesinos/ odio y muerte les pusieron
EN LA TORRE DE CONTROL CONFIRMÉ LA NOTICIA
Los asesinos pusieron las bombas pensando que iban a explotar a 20 mil pies, cerca de Jamaica, lo que hubiera pasado como un accidente.
“La primera bomba no hubiera derribado el avión, pero la segunda sí, porque la pusieron en los baños traseros, por donde pasan las superficies de controles, que al partirse hacen que el avión caiga por su peso, era insalvable. Por eso Tomás, el copiloto, le dice a Wilfredo: Fello ¡pégate al agua!, pensando en un amarizaje”.
José León Dueñas, Historiador de Cubana de Aviación, agrega: “Aquella tarde Cuba se hundió en el oleaje de sus propias lágrimas; ningún día como aquel lloramos tan unidos. Barbados dolerá por quienes dejaron de bailar, de jugar, de llorar, de vivir”...
Y califica a George Bush, a Luis Posada y a Orlando Bosch como verdugos.
“Quizás hoy, gracias a la tecnología y la preparación del personal que trabaja en los aeropuertos del mundo, no se pueda cometer otro acto tan horrendo como el perpetrado contra nuestro avión”, comenta León Dueñas.
Y no tuvo tiempo a más/ todo ya se le nublaba/ el dolor iba creciendo/ y ella al tiempo ya bajaba
La aviación civil es, internacionalmente, uno de los sectores más vulnerables a la comisión de actos terroristas. La situación se fue agudizando a partir de la década del 60 del pasado siglo y unos años después muchas personas se resistían a viajar en líneas aéreas por temor a este flagelo, según María Caridad Pérez, especialista del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba.
Una investigación realizada por ella recoge que sólo en 1972 se produjeron 43 secuestros de aviones, y en 1985 murieron 473 personas y 243 resultaron heridas, como consecuencia de actos terroristas contra la aviación civil.
NUNCA SE BAÑABA EN LA PLAYA
“Mi padre no concebía otros lugares para la recreación que no fueran el Zoológico y el Parque Lenin, por supuesto, esos eran los más accesibles, pues por las características de su trabajo nos podía dedicar poco tiempo”, dice Odalys, una de los tres hijos de Wilfredo Pérez, capitán del DC-8 que, hasta su muerte, hizo lo posible por salvar su nave. “Pocas veces nos llevó a la playa. Es increíble, no le gustaba la playa, y murió tan cerca de ellas”.
Lo último que hizo Wilfredo con sus hijos fue llevarlos a la casa de su mamá. Y Odalys Pérez Rodríguez, que tenía 10 años, supo de la muerte de su padre por un compañero de él que sólo le dijo: “Cuida mucho a tu mamá que está enferma del corazón”.
Y dicen los que allí fueron/ que en el lugar de los hechos/ unos soles dan destellos/ dirigidos de sus pechos
“Ha sido muy duro vivir todos estos años sin mi papá, dice Odalys. Después del entierro de las víctimas, veía la casa oscura, me faltaba algo; fui al cuarto de mi papá y vi su ropa… Me fui adaptando a que no iba a venir más, a que no lo iba a ver más...
“Para mí los trabajadores de la aviación son un símbolo, porque mi papá amaba mucho su trabajo. Él le decía a mi mamá que de lo único que se podía celar era de los aviones, para él lo más importante era su trabajo. Durante estos años hemos estado acompañados por sus compañeros; nunca les ha faltado la delicadeza en un día de las madres, de los padres, un fin de año, y ante cualquier situación que podamos tener de índole personal, siempre han acudido a darnos una ayuda.”
*Versos de la canción La Paloma Cubana, compuesta por Mario Darias, el 15 de octubre de 1976, tema musical de las actividades por el aniversario 30 del crimen de Barbados.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario