07 diciembre, 2006

Desarraigo del conformismo

La aguda crisis económica que Cuba enfrentó durante la década del 90 obligó a muchas entidades a buscar vías para mantener trabajando a sus colectivos, aprovechando los recursos humanos calificados.
Este es un ejemplo de cómo se hizo y sus resultados


Nelson Valido Rodríguez no sabe con exactitud cuánto produce su empresa ni cuántos kilogramos de combustible ahorra, pero sí cómo lo hacen y en qué condiciones trabajan sus talleres. Comparte una dinámica laboral que lo absorbe, lo identifica, lo hace partícipe de la vida productiva.
Amable, sin grandilocuencias y con mucho orgullo, comenta los progresos de la Conformadora de Metales de Guanajay, donde ha laborado durante once años como chofer de un auto. “Ahora sí está bonita la fábrica.
Se reconstruyeron las naves, el comedor, la entrada, y la pintamos toda. El huracán Charley acabó con los techos y muchas paredes, pero el esfuerzo de los trabajadores es inmenso... cambiamos la imagen”.
Este sentimiento no es exclusivo ni limitado a una parte del colectivo.
El sentido de pertenencia en esta entidad de la industria sideromecánica se percibe desde el primer contacto con los trabajadores. Nelson fue la brújula que marcó nuestro derrotero por la Conformadora.

BUSCAR TRABAJO

En los años más crudos del período especial estábamos “echando candela”, no había trabajo ni planes, y sin trabajar no se puede vivir, recuerda Juan Antonio Pedro, un carrocero que durante 14 años se ha mantenido en su puesto.
El ingeniero Idael González confirma que esa situación los llevó a “buscar trabajo”, una filosofía que impera. Aparecieron las primeras carrocerías, las ambulancias, la reparación de ómnibus; rehabilitación y fabricación de furgones para carga seca y refrigerada, para la merienda escolar, casetas sobre camiones... “muchos eran trabajos manuales, que no daban grandes valores, pero nos manteníamos activos. No hubo obreros interruptos”.
Y esa fue una gran experiencia, comentó Idael. “Nos enseñó a interrelacionarnos con los clientes, a gestionar, a afianzar los controles económicos, porque el dinero no cae del cielo; hemos ganado prestigio y ya tenemos contratada una parte importante del trabajo del año próximo”.
Pero los planes, las nuevas tareas, los cambios “no se imponen a las masas; se informan, se analizan, si no estamos de acuerdo los discutimos, y hay que ver a la secretaria del sindicato cómo ‘se faja’ por nosotros”, dice entre sonrisas el mulato bonachón que parece ser Juan Antonio.
Deysi Barrios se suma a la conversación. Es gruesa desde hace muchos años y no siente como una carga el tiempo que dedica a hacer la guardia obrera. “Aquí tenemos nuestros custodios, pero nosotros reforzamos la vigilancia: recorremos los talleres, los almacenes, y nos da resultados; hace mucho tiempo que no detectamos robo ni extravío de recursos.
“Los hombres hacen guardia por la noche y las mujeres hasta las siete de la tarde. Se han creado las bases de la disciplina, del orden, para el cumplimiento de nuestros deberes y derechos; somos una familia”, no sólo porque muchos de los hijos de los trabajadores se hayan incorporado a la empresa, sino porque el promedio de permanencia en el centro sobrepasa los 20 años y más del 80% del colectivo vive en Guanajay.

AHORRAR PARA TENER MÁS

La conciencia del ahorro y el uso racional de los recursos está entronizada en la mentalidad colectiva. La Conformadora de Guanajay es una empresa autofinanciada, por lo que reducir los costos y disminuir el consumo de material y energético repercute en su desenvolvimiento económico.
Y salta a la vista un folleto, que impreso en varios formatos, “vive” en cada puesto de trabajo, porque explica de manera sencilla cuánto se gasta y cuánto se puede ahorrar siguiendo una rutina laboral. En la arrancada de los equipos y en el alumbrado se consume la mayor cantidad de energía eléctrica; para disminuirlos hay fórmulas: los más gastadores se encienden escalonadamente, se desconectan si dejan de usarse por más de 30 minutos, se emplean los grupos electrógenos en horarios picos...
En el caso de la iluminación es más complicado, pues requieren de inversiones, que contrario a lo que algunos piensan, se pagan en muy breve plazo. Las viejas lámparas, que están colocadas a varios metros de altura, se suplen por fluorescentes o bombillos ahorradores situados más cerca del hombre; la iluminación es más eficiente y consumen menos electricidad.
Estas medidas, unidas a otras de mejoras de los puestos de trabajo y atención priorizada a las casi 300 mujeres y hombres que laboran en la Conformadora, repercuten en la economía de la empresa, que hasta el mes de septiembre registraba valores positivos en la relación entre el salario medio y la productividad; en el costo por peso de producción mercantil que está a 92 centavos, en el salario medio de 478 pesos mensuales (sin incluir 12 CUC como estímulo por el cumplimiento de todos los programas productivos) y las utilidades de más de 326 mil pesos.
Los obreros mencionan frecuentemente a alguien que se ha convertido en “el alma de la empresa”, a Miguelito; y hasta el término que usan para nombrarlo encierra un tanto de cariño, porque para él, “atender a la gente es parte de mi vida”.
Miguel Ángel Hernández Acosta, director de la Conformadora de Metales, tiene métodos clave: “ponerle oído a lo que dicen los trabajadores, atender sus preocupaciones y compartir todas las informaciones. Lo otro es la ejemplaridad; dedico casi todo el tiempo a mi trabajo y les exijo eficiencia a los demás. Cuando en el colectivo se aprecia todo esto, te respetan”.

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