28 agosto, 2007

No supimos que era guerrillera hasta su caída



Nadia Bider (fallecida en el 2003) concedió esta entrevista cuando los restos de su hija Tania llegaron a Cuba. Este 31 de agosto se cumplen 40 años de la emboscada en el vado de Puerto Mauricio, Bolivia, donde cayó junto a la mayoría de los integrantes de la retaguardia de la guerrilla del Che


El 17 de octubre de 1967, dos compañeros llegados a Berlín desde Praga, trasmitieron a Nadia Bider y Erich Bunke una invitación para viajar a Cuba y hablar de su hija. “Pero como eso fue después de la noticia de la muerte del Che, estábamos casi seguros de que a Tamara también le había sucedido algo y que ella estaba cerca de él. Eso fue para nosotros casi claro”.

Justo a finales de 1998, cuando los restos de Tamara Bunke llegaron a Cuba, Nadia Bider evocó aspectos de la vida de su hija. “Vilma Espín me dio la noticia: ´Han encontrado a Tania´. Fue la emoción más grande que he tenido. Imagínese la tranquilidad que entró en mi alma. Para mí es una felicidad saber donde está Tamara, y agradezco profundamente por eso al pueblo cubano, a Fidel, y al doctor Jorge González por el trabajo inmenso que hizo.

SE ENTUSIASMÓ CON LAS IDEAS DEL CHE
Tamara creció en medio de condiciones económicas difíciles. Los emigrantes tenían una lucha muy grande por la existencia. Junto a su hermano asistió a la escuela primaria, y además de las asignaturas básicas, estudió alemán, inglés y francés.

Aprendió piano, guitarra y acordeón; tocaba con mucho sentimiento canciones argentinas, bolivianas, chilenas. Fue buena en equitación y desde los 14 años practicó tiro deportivo. “Era como si todo eso fuera la preparación para su tarea futura”.

Cuando Tamara tuvo noticias sobre Cuba, de la lucha de los rebeldes en la Sierra Maestra, expresó a sus padres el deseo de ir primero a Cuba y luego a Argentina. Se entusiasmó con las ideas de Ernesto Guevara.

En el invierno de 1960, siguiendo todo lo que llegaba desde Cuba, conoció al Che en Alemania. “Tamara fue su intérprete durante una conferencia impartida a estudiantes latinoamericanos en Leipzig.

“Tamara quería volver a Argentina y luchar en las filas del Partido Comunista que estaba proscrito, por eso cuando decidió viajar antes a Cuba fue un alivio para nosotros. Estábamos seguros que estando en el Partido argentino, jovencita y sin saber cuidarse, tarde o temprano caería presa.”

VIENE A CUBA
En abril de 1961, en Berlín, Tamara acudió a la estación del tren para despedir a sus padres que viajarían a Moscú. Dedicó toda la tarde a estar con ellos. La actitud despertó cierta suspicacia en la madre, aunque no sabía que la hija había recibido una invitación para viajar a Cuba.

“En el andén le dije: estoy asombrada que tengas tanto tiempo para despedirnos. Ella replicó: ¡quien sabe si estoy todavía aquí cuando vuelvan!

El 9 de mayo, dos días después del regreso de Moscú, fue Nadia quien acompañó a Tamara. La madre presintió que quizás era la despedida definitiva. “No olvido nunca la mirada de ella, de tanta tristeza por la separación. Fue la última vez que la vi”.

En las cartas que Tamara escribía a los padres desde Cuba hablaba de movimientos revolucionarios, de grupos de liberación de los países latinoamericanos. En una de ellas le pidió al padre que le enviara cámaras fotográficas, prismáticos y fusiles, pero no podía mandar armas y envió el resto del pedido. “No pensamos que de Cuba iba a salir para luchar.

Después que Tania partió hacia Bolivia, las cartas se hacían cada vez menos frecuentes. “En marzo o abril del 64 mandé un paquete con zapatos blancos muy lindos de Yugoslavia y recibí una noticia de la Aduana que no podían entregarlo porque Tamara no se encontraba en Cuba, ese fue el primer indicio.

“En noviembre del 65 alguien fue a vernos; nos leyó una carta donde se decía que Tamara estaba bien, muy contenta con su trabajo. No dijo dónde y se la llevó consigo, pero nos permitió enviar una carta para Tamara y una foto de mi nieto.

“A los seis o siete meses, recibimos la última carta que ella escribió durante su estancia en Bolivia”: estaba segura que sus padres la iban a esperar con paciencia y con mucha alegría sabiendo que cumplía con un debe.

A finales del 66, los padres de Tania por primera vez vinieron a Cuba, pero no vieron a su hija. Un funcionario cubano se entrevistó con ellos. No hubo preguntas, se percataron de que no encontrarían respuestas. “Nos prometió que si hubiera una noticia mala él nos iba a avisar. No supimos que era guerrillera hasta su caída”.

“La recuerdo siempre como se fue: jovencita y con mucha alegría. Perdí una hija, pero ¡tengo tantos hijos cubanos!”

1 comentario:

Eduardo Waghorn dijo...

De casualidad llegué a tu blog...
Tienes un espacio muy interesante.
Quiero enviarte un gran abrazo desde Chile.
Mi sueño es conocer tu cálida isla.
No dejes de visitarme.