Cuando se deja atrás el campo ordinario y comienza a vislumbrarse la finca de Fernando Donis Infante, una duda entre si ha llegado a un sitio donde se hace agricultura o a un club campestre. El lugar es paradisíaco. Es la sensación que vivo en cada visita a este predio.
Una hilera de cocos altamente productivos bordea el canal de desagüe y el linde de la carretera, que surca y hasta parece dividir al medio la finca. Al lado de la antigua y espléndida vivienda de madera, un viejo algarrobo carga de orquídeas sus ramas, que dan sombra para resguardar las cajas y sacos repletos de vegetales, hasta ser recogidos por los acopiadores.
La abundancia de agua, el suelo fértil, el clima… complementan los conocimientos empíricos de la familia y los científicos que Fernando adquirió durante sus estudios y sus prácticas como ingeniero químico. Pasados los 35 años, ante la ausencia física del padre, depone sus funciones en la CUJAE y retorna a la finca, en el municipio Perico, de Matanzas.
CUANDO TE ESMERAS Y TRABAJAS
En la finca de Fernando Donis se hace agroecología. “Una tecnología que impuso la falta de recursos y ha sido una suerte, por los beneficios que aporta a la salud de los seres humanos. No soy contrario a la combinación de elementos químicos con los orgánicos para producir alimentos en grandes cantidades, pero hay que buscar las mezclas adecuadas”.
En las tres caballerías con que cuenta esta familia conviven en armonía cultivos varios, ganadería y forestales. “Tengo un monte casi virgen de maderas preciosas y frutales; la leche y los animales son para el consumo familiar. Cada pedazo de tierra es productivo”.
El prodigio de esta finca está en los cultivos varios. En el plátano logra rendimientos que oscilan entre 28 mil y 30 mil quintales por caballería, a un costo de 15 centavos por peso de producción; como en verdad dudé de estas cifras, consulté al ingeniero Lázaro Acosta, director de la empresa Máximo Gómez: “te aseguro que son ciertas, porque nosotros acopiamos y facturamos su producción todos los meses”.
¿El secreto? “El marco de siembra: el mío, el que inventé, que le permite recibir el sol necesario a cada mata–pude saber que lleva más plantas por área que en el conocido extradenso-; agua, materia orgánica, humus de lombriz, microorganismos y atenciones culturales”, asegura Fernando.
“Leí un reportaje que le hiciste al Rey de la malanga, a Mario Fiandol, en Güira de Melena. Mira este campo de malanga: tiene regadío y sólo le apliqué humus y materia orgánica; ya las plantas me tapan, ¿crees que puedo competir con él?”, dice jocosamente.
A esta abundancia de cosechas suman boniatos, remolachas, zanahorias, ajíes, pimientos, coles –las excepcionales llegan a pesar hasta 27 libras-, según su productor; la del agua de coco la pudimos “saborear”. Fernando recibe a sus invitados mocha en mano y en dirección al cocal; al principio espanta, pero confieso que nada es mejer que beber ese líquido al mediodía, cuando el sol raja hasta las piedras y aflora el cansancio de tanto recorrer el campo.
MICROORGANISMOS:UNA NUEVA TECNOLOGÍA
“Éstas son técnicas japonesas, no son mías, conocí de ellas en un curso de agricultura orgánica, las aplico y las enriquezco con algunas innovaciones. Busco microorganismos eficientes en lugares vírgenes, donde la mano del hombre no ha influido, en la hojarasca de bambú y caña brava, dentro del marabú: están en estado de putrefacción.
“Son organismos microscópicos, se identifican porque se crea como una nata blanca sobre el suelo; recojo esa hojarasca y la reproduzco en tanques plásticos herméticamente cerrados, en una proporción adecuada, agregándole miel de purga y polvo de arroz que proporcionan energía y carbohidratos, con agua, preferiblemente de coco, que contiene muchas vitaminas y es base fundamental para la reproducción en laboratorios bacteriológicos.
“Aquí se crea un equilibrio, se reproducen los microorganismos eficientes, si hay algún patógenos en la muestra que tu recogiste muere por competencia; prevalecen hongos y bacterias, que hacen un papel eficiente en la naturaleza: unos controlan a los patógenos, otros fijan nitrógeno al suelo y aportan todos los elementos necesarios que necesitan las plantas para su desarrollo.
“Lo que sucede realmente es que de organismos sólidos pasan a líquidos activados. Antes de usarlo, hay que colar esa sustancia y aplicarla a las plantas con una mochila de fumigación. Los resultados son espectaculares: le adelanté casi diez días a un semillero de col, eleva los rendimientos en todos los cultivos que lo he experimentado; tenía un sembrado de ajíes que parecía perdido, le apliqué microorganismos, hice una buena cosecha y las matas siguen pariendo.
“Cuando aplicas este producto logras un control biológico, los organismos naturales están bien equilibrados, las plantas tienen su sistema de defensa activado, no necesitan fertilizantes y la incidencia de plagas es prácticamente 90% menos”.
“La agricultura orgánica es un todo, una combinación de muchos métodos. Lo importante es darse cuenta de que el campo no se puede trabajar muy bruto, hay que trabajarlo inteligentemente”.
Una hilera de cocos altamente productivos bordea el canal de desagüe y el linde de la carretera, que surca y hasta parece dividir al medio la finca. Al lado de la antigua y espléndida vivienda de madera, un viejo algarrobo carga de orquídeas sus ramas, que dan sombra para resguardar las cajas y sacos repletos de vegetales, hasta ser recogidos por los acopiadores.
La abundancia de agua, el suelo fértil, el clima… complementan los conocimientos empíricos de la familia y los científicos que Fernando adquirió durante sus estudios y sus prácticas como ingeniero químico. Pasados los 35 años, ante la ausencia física del padre, depone sus funciones en la CUJAE y retorna a la finca, en el municipio Perico, de Matanzas.
CUANDO TE ESMERAS Y TRABAJAS
En la finca de Fernando Donis se hace agroecología. “Una tecnología que impuso la falta de recursos y ha sido una suerte, por los beneficios que aporta a la salud de los seres humanos. No soy contrario a la combinación de elementos químicos con los orgánicos para producir alimentos en grandes cantidades, pero hay que buscar las mezclas adecuadas”.
En las tres caballerías con que cuenta esta familia conviven en armonía cultivos varios, ganadería y forestales. “Tengo un monte casi virgen de maderas preciosas y frutales; la leche y los animales son para el consumo familiar. Cada pedazo de tierra es productivo”.
El prodigio de esta finca está en los cultivos varios. En el plátano logra rendimientos que oscilan entre 28 mil y 30 mil quintales por caballería, a un costo de 15 centavos por peso de producción; como en verdad dudé de estas cifras, consulté al ingeniero Lázaro Acosta, director de la empresa Máximo Gómez: “te aseguro que son ciertas, porque nosotros acopiamos y facturamos su producción todos los meses”.
¿El secreto? “El marco de siembra: el mío, el que inventé, que le permite recibir el sol necesario a cada mata–pude saber que lleva más plantas por área que en el conocido extradenso-; agua, materia orgánica, humus de lombriz, microorganismos y atenciones culturales”, asegura Fernando.
“Leí un reportaje que le hiciste al Rey de la malanga, a Mario Fiandol, en Güira de Melena. Mira este campo de malanga: tiene regadío y sólo le apliqué humus y materia orgánica; ya las plantas me tapan, ¿crees que puedo competir con él?”, dice jocosamente.
A esta abundancia de cosechas suman boniatos, remolachas, zanahorias, ajíes, pimientos, coles –las excepcionales llegan a pesar hasta 27 libras-, según su productor; la del agua de coco la pudimos “saborear”. Fernando recibe a sus invitados mocha en mano y en dirección al cocal; al principio espanta, pero confieso que nada es mejer que beber ese líquido al mediodía, cuando el sol raja hasta las piedras y aflora el cansancio de tanto recorrer el campo.
MICROORGANISMOS:UNA NUEVA TECNOLOGÍA
“Éstas son técnicas japonesas, no son mías, conocí de ellas en un curso de agricultura orgánica, las aplico y las enriquezco con algunas innovaciones. Busco microorganismos eficientes en lugares vírgenes, donde la mano del hombre no ha influido, en la hojarasca de bambú y caña brava, dentro del marabú: están en estado de putrefacción.
“Son organismos microscópicos, se identifican porque se crea como una nata blanca sobre el suelo; recojo esa hojarasca y la reproduzco en tanques plásticos herméticamente cerrados, en una proporción adecuada, agregándole miel de purga y polvo de arroz que proporcionan energía y carbohidratos, con agua, preferiblemente de coco, que contiene muchas vitaminas y es base fundamental para la reproducción en laboratorios bacteriológicos.
“Aquí se crea un equilibrio, se reproducen los microorganismos eficientes, si hay algún patógenos en la muestra que tu recogiste muere por competencia; prevalecen hongos y bacterias, que hacen un papel eficiente en la naturaleza: unos controlan a los patógenos, otros fijan nitrógeno al suelo y aportan todos los elementos necesarios que necesitan las plantas para su desarrollo.
“Lo que sucede realmente es que de organismos sólidos pasan a líquidos activados. Antes de usarlo, hay que colar esa sustancia y aplicarla a las plantas con una mochila de fumigación. Los resultados son espectaculares: le adelanté casi diez días a un semillero de col, eleva los rendimientos en todos los cultivos que lo he experimentado; tenía un sembrado de ajíes que parecía perdido, le apliqué microorganismos, hice una buena cosecha y las matas siguen pariendo.
“Cuando aplicas este producto logras un control biológico, los organismos naturales están bien equilibrados, las plantas tienen su sistema de defensa activado, no necesitan fertilizantes y la incidencia de plagas es prácticamente 90% menos”.
“La agricultura orgánica es un todo, una combinación de muchos métodos. Lo importante es darse cuenta de que el campo no se puede trabajar muy bruto, hay que trabajarlo inteligentemente”.
1 comentario:
Hola, quiero aplicar EM en un sembrado de ají pero tengo temor de que no me genere los rendimientos esperados. Dónde encuentro un testimonio un poco más ilustrativo??. Gracias!
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