02 septiembre, 2008

Gustav no pudo con los pinareños

“¡Muchacha por tu vida, yo nunca pensé ver una cosa como esta! Parecía humo y sentía cómo los árboles partían y caían haciendo un estruendo enorme. Empecé a sentir miedo cuando ví que el viento se llevaba el techo. Nos metimos debajo de la meseta ¡cinco personas! Mi sobrino me empujaba, pusieron una mesa delante y sentíamos cómo caían los pedazos de fibrocemento…

Migdalia Delgado Pérez, con sus 71 años en el poblado Sierra Maestra, en el municipio Los Palacios, recuerda el paso del huracán de 1944, “pero ¡ni comparación! Este viento no respetó techos amarrados ni con sacos de arena encima, solo quedaron las que tenían placa”.

El joven Marlon Rivera, impotente, observó como volaba cada teja de fibrocemento de sus vecinos. “Miraba por la persiana de enfrente, pero no podía hacer nada, no había quien saliera en ese momento”. Y a Georgina Breto, el centenario algarrobo –símbolo del pueblo_ le agrietó la placa de su techo en dos.

La mayoría de los ancianos, mujeres y niños se refugiaron en la iglesia, pero ni con la casa de Dios tuvo compasión Gustav: las persianas cedieron y los pocos hombres que había dentro apuntalaron los bancos contra ellas hasta el paso de los vientos más fuertes.

Cuando llegó la calma del ojo del huracán, Leticia salió corriendo con sus dos hijas y una anciana hasta llegar a la sede del Correo, donde pasó la noche. Al saber que el huracán iba sobre ellos, Noiris León corrió para la casa de su madre, pero tuvo que guarecerse en el mencionado local. Supo que se casa se había destruido, pero solo al amanecer del domingo fue a comprobarlo.

“Es triste ver destrozada la casa que con tanto esfuerzo llevo seis u ocho años construyendo. La primera ventana cayó sobre el refrigerador, luego cedió la pared y acabó con los ventiladores, el televisor, el DVD…, los colchones y la ropa están empapados.

Ahora estamos preparando condiciones en casa de mi hermana, que tiene unos jimaguas, para irme para allí con la niña. A la casa de mi hermano también le llevó el techo, pero todos estamos vivos”.
Muchos coinciden en afirmar que Sierra Maestra –el primer núcleo poblacional que Gustav impactó en nuestro archipiélago_ tenía la mayor belleza natural de la zona. Abundantes y enormes árboles maderables, el bien cultivado organopónico y las casitas –modestas, pero ciudadas_ conformaban un plácido paisaje rural. Los fortísimos vientos y la lluvia intensa transformaron la geografía y el ánimo de la gente.

Para Emilio Triana Ordaz, presidente del Consejo de Defensa de Los Palacios, la tarea más importante que tienen por delante es reconstruir el estado anímico de la gente, hacer un llamado al combate, y reforzar la confianza y seguridad que el pueblo tiene en que la Revolución no dejará desamparado a ninguno.

En Los Palacios se reportan 16 lesionados leves, cuantiosos daños a la infraestructura económica –la mayoría sin cuantificar_ y sobre todo a las viviendas, cuyo dato preliminar supera las nueve mil totalmente derrumbadas o con daños en os techos. Solo los techos de placa resistieron el embate de los vientos, que superaron los 340 kilómetros por hora, “porque el equipo que reportaba su impacto se rompió cuando alcanzaron esa velocidad”, precisó Triana.

“La gente ha dado una respuesta muy positiva, tanto para la evacuación (17 mil 400 personas se resguardaron en casas de vecinos, familiares y en los centros habilitados para ellos), como para cooperar en todo cuanto ha sido posible”, expresó, y también lo confirmó Orlando Lugo Fonte, presidente de la ANAP nacional, quien dijo a Trabajadores: “he conversado con muchas personas en Los Palacios, nadie se siente derrotado, y es evidente la confianza en la solución de sus problemas”.

Solidaridad y humanismo

Se dice que Paso Real de San Diego fue uno de los lugares más dañados por Gustav, sin embargo, no es tan grande la diferencia entre los pueblos que este equipo de reporteros visitó el domingo, que además de los mencionados incluyó a San Diego del Valle, Candelaria, San Cristóbal y algunos caseríos.

En Santa Mónica encontré uno de esos valores llevados a expresión superlativa: en la casa de Carlos Manuel Hernández, se contaron a la hora de servir la comida 27 personas, entre familiares y vecinos. No durmieron, pero tomaron café, al amanecer leche con chocolate, y aún están aglomerados por las habitaciones televisores, ventiladores, colchones, sacos de ropas, ollas reinas…

“Con mis 61 años, ni me imaginé que un ciclón fuera de la forma que pasó ese. Tratamos de ayudar a todos, pero se siente mucha tristeza, aplicamos muchas alternativas para preservar los inmuebles, pero nada aguantó en las casas de madera y techos de fibro”. “El pánico nos dominó y cuando todo pasó, los hombres fueron los primeros en pedir un poquito de tilo”, dijo la hija de Carlitos.

Romelia Hernández también sintió la solidaridad de sus vecinos. Cuando ella vio que su techo no resistió levantó al nieto y salieron corriendo para la casa de Rosita. A los quince minutos vio cómo su techo volaba por el aire y un rato después el frente de su casa se derrumbó. “Desde ayer lo único que he hecho es llorar, no tiene consuelo ver cómo las cosas de uno se destruyen, sin que nadie pueda hacer nada”.Lo pasé con mi nieto.
Comenzó la recuperación

A nuestro regreso del municipio de Los Palacios ya los eléctricos de Pinar del Río recibían la ayuda solidaria de sus colegas de Guantánamo, Granma, Ciego de Ávila, Villa Clara, Cienfuegos… hasta completar ocho brigadas, que según Luis Martínez, director de la Empresa Constructora de la Industria Eléctrica de Vueltabajo, tienen la respetable tarea de restaurar el servicio eléctrico en sólo cinco días.

Esa actitud fue elogiada también por Olga Lidia Tapia, Presidenta del Consejo de Defensa en esa provincia, en declaraciones exclusivas a Trabajadores: “ las afectaciones son muy complejas, sobre todo en la vivienda, el bombeo de agua y la cocción de los alimentos, pero los pinareños tienen muchos valores y juntos vamos a enfrentar y superar todos los obstáculos”.

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