Foto: Eddy Martin
Pinar del Río se está recuperando más rápido de lo que imaginaba. Lo digo sin exceso de optimismo ni triunfalismo –aunque alguien pudiera creerlo-, sino con la experiencia de haber buscado en el alma y en la geografía de varias provincias después del paso de un huracán. Tras Gustav he recorrido los ocho municipios afectados.
Es cierto que miles de personas no tienen techo propio donde vivir, varios sitios están oscuros aún, la agricultura está devastada, los árboles destrozados y no se ve un ave volar, pero un aluvión de pinareños y de cubanos solidarios, en una semana, han restañado heridas que en otras condiciones hubiesen tardado meses.
La Revolución Energética permitió que a sólo 24 horas del paso de Gustav, la cabecera provincial y algunos de los municipios más occidentales recibieran el servicio eléctrico y paulatinamente fuera llegando a los “revolcados” por el meteoro, con la revitalización de líneas de cables, de los grupos electrógenos y el emplazamiento de otros donde antes no funcionaban.
Con la inmediata llegada de tejas infinitas, de barro y de asbesto cemento, cientos de hogares recobraron sus techos o tienen otros nuevos. Por ejemplo, con las asignadas en La Palma se techaron 373 casas, y ya en los poblados de El Cupón y Maravilla, en Viñales, los constructores de la ECOI-8, de Camagüey, habían colocado la totalidad de estos elementos.
Está claro que hacer de nuevo las viviendas para las familias que perdieron las suyas no será una tarea fácil; requiere de una inversión millonaria, que implica abundantes recursos –muchos de los cuales hay que importar- y el trabajo de miles de constructores, para lo cual quizás sea necesario todavía el apoyo de hombres venidos desde lejos.
Otra de las sorpresas fue ver que se está bombeando el agua en la mayoría de los asentamientos poblacionales, con la prioridad de los grupos electrógenos para este fin, y donde no ha sido posible se distribuye con pipas, igual que a la mayoría de la masa ganadera, incluyendo aves, cerdos y ganado menor.
Otra prioridad de la provincia ha sido distribuir keroseno y alcohol o gas licuado para la cocción de los alimentos, algo que fue una verdadera tragedia en las primeras horas posteriores al paso del huracán. En ese momento viví más la angustia de algunas familias en Los Palacios por no tener cómo cocinar que hasta por la pérdida de bienes materiales.
La estrategia de la agricultura, donde se cuantifican pérdidas millonarias, permitió el restablecimiento de los ordeños y el cumplimiento de la entrega de la leche a las bodegas asignadas, la recuperación de los frutos aptos para el consumo, y la siembra de variedades de ciclo corto para acopiar productos en el menor plazo.
Suerte que en esta época estaba acopiado todo el tabaco, el que se mantenía en las escogidas y despalillos fue protegido con nylon, y se pudieron minimizar las pérdidas en este importante renglón.
El paisaje es catastrófico a pesar del esfuerzo de muchas mujeres y hombres por recoger escombros, árboles caídos, ordenar las viviendas o lo que quedó de ellas. A su paso, Gustav devastó la exuberante y privilegiada vegetación de esta región y hasta cambió el rumbo de algunos ríos y arroyuelos. La de la Naturaleza será lo más lento de la recuperación.
La experiencia del paso de Gustav dio paso, una vez más, a la solidaridad de los cubanos. Para identificarse con ella basta recorrer cualquiera de las carreteras que surcan la tierra del occidente de la Isla: carros de todo tipo y con matrícula de todas las provincias llevan alimentos, equipos, grupos electrógenos, suministros para los constructores, eléctricos y telefónicos que trabajan sin límite de tiempo.
Pese a las inclemencias, los pinareños sonríen. Hay rostros endurecidos por los golpes de Gustav, pero aún así son capaces de mantener una charla afectiva con cuanto periodista o visitante llega a su encuentro, incluso hasta en los hogares donde por las imperfecciones de los seres humanos no ha llegado todavía la atención precisa, la mano en el hombro, la voz de la certeza en la solución de su problema.
Mientras observaba el emplazamiento de un grupo electrógeno en el poblado de La Palma, un hombre me advirtió: “a los eléctricos no hay con qué pagarles, trabajan hasta de noche, te lo aseguro porque vivo frente a la Empresa Eléctrica y se cuándo regresan”. Y es que como me dijo Pedro Lázaro Martínez, el secretario del Partido en Viñales: “la solidaridad es el sello de nosotros los cubanos”.
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