30 noviembre, 2005

“Guapea ahí”



Esa es la respuesta que Olga Salanueva recibe de René ante cada negativa de visa del gobierno de Estados Unidos. El 22 de noviembre se cumplieron cinco años de la deportación de ella a Cuba


Fotos: RENÉ PÉREZ MASSOLA

En el hogar hay paz y sonrisas. La niña dibuja la figura imaginada de su padre, mientras la mayor, convertida ya en mujer, ordena su cuarto. Olga Salanueva y sus hijas preparan una fiesta de cumpleaños, y es casi imperceptible el dolor que envuelve la vida de estas personas, a quienes, injustamente, se les mantiene separadas del padre y del esposo que amorosamente quisiera dar calor también a estos detalles.

Abruptos episodios marcan a la familia de René González Sehwerert. Precisamente este 22 de noviembre se cumplen cinco años de uno de los más abominables: la deportación de Olga hacia Cuba.

“Me puse muy triste. Estaba preparada para ir a todas las sesiones del juicio. René y yo habíamos conversado que si lo sentenciaban y lo mandaban para otro lugar, me iba a mudar para donde él permaneciera, y que si lo trasladaban iría tras él de ciudad en ciudad, pues lo importante era tener a la familia lo más cerca posible. Eso se vino abajo con mi deportación. Nunca pensé que esto iba a durar tanto, pensábamos que se iba a hacer justicia antes.”

¿Por qué te deportaron?

“La causa, prácticamente, la inventaron. Plantearon que yo había entrado a Estados Unidos falsificando una visa; eso es incierto. René, como ciudadano norteamericano, me reclamó, me dieron una visa en la Oficina de Intereses en La Habana, y viajé legal en un avión. Al llegar allá me dieron residencia permanente. No hubo trucos, yo estuve allí cuatro años, incluso dos después de la prisión de Rene y no hubo problemas.

“Al acercarse el inicio del juicio contra los Cinco, vieron la oportunidad de chantajear a Rene para que tuviera en cuenta que su mujer estaba presa, y las niñas casi sin hogar. Ese era el motivo para que traicionara y sirviera como testigo de la Fiscalía en contra de sus compañeros.

“Realmente fue el pretexto que los llevó a sacarme de mi casa el 16 de agosto del 2000, separarme de mis hijas, llevarme a una cárcel, tenerme allí tres meses.

“Mis cartas no le llegaban a Rene, nunca pude hablar con él durante mi prisión, y sólo me comunicaba por teléfono a través de la bisabuela de Ivette. Pedí ir a verlo, para despedirme antes de venir a Cuba, pero no me concedieron el permiso.”

¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

“El 16 de agosto, el mismo día que me detuvieron. En el trayecto hacia la cárcel me preguntaron si quería ver a René, que tenía la oportunidad de cooperar con ellos. Le dije que no tenía nada que decir, pero sí quería verlo. Inmediatamente lo organizaron todo y, vestida de presa, con un vestido bastante sucio, el más sucio de todos y casi acabada de levantar como me sacaron de mi casa, me presentaron delante de él.

“A Rene lo llevaron varios agentes del FBI, incluso algunos que tenían que ver con el arresto de él y con el mío; fue muy rápido. Rene me pregunta que quién me había detenido y le dije que Inmigración. Sintió alivio y expresó: ’lo que quieren es deportarte, tenemos que prepararnos para eso’, inclusive, usó un chiste, me dijo ’qué bien te queda el color anaranjado’. Nunca imaginé que fuera la última vez que lo vería, ya hace más de cinco años...”

¿Cómo fue ese encuentro?

“Para nosotros el encuentro siempre era algo maravilloso. Yo estaba acostumbrada a verlo con el uniforme de preso que lleva con porte, él tiene mucho porte, es muy erguido, y me imagino que así me vio él a mí. Nos dimos un abrazo y un beso en el encuentro y en la despedida.

“Rene se dio cuenta de que a partir de ese momento íbamos a pasar muy malos ratos. Estábamos como advertidos, porque el 13 de agosto, el día de su cumpleaños, yo lo fui a visitar y me habló de unas cartas de la Fiscalía planteándole hacer algunos arreglos de sus cargos. En uno de los últimos párrafos decían: tenga en cuenta que su esposa está aquí con un carácter migratorio que se puede revocar.”

¿Qué es lo último que recuerdas de ese encuentro?

“Su forma, su optimismo, su nobleza, el cariño con que me trató, se daba cuenta..., trataba de darme ánimo...”
Olga Salanueva no pudo resistir el llanto. En la terraza donde conversamos, sus ojos se habían humedecido varias veces, pero nunca había llegado al llanto hasta este punto. Aprovecha para comentarme que es muy llorona, que en los últimos días de tanto resistirse a él padece fuertes dolores de cabeza, que se lo dijo a René, y este le dijo: “por qué lo resistes, llora, eso no es malo, malo es que te duela la cabeza”.

¿Por qué sus ojos son tan importantes para ti?

“Toda su nobleza se expresa en sus ojos, es muy expresivo, muy extrovertido, muy cariñoso y mucho más con las personas cercanas. En ese encuentro trató de que no nos vieran tristes... No le dio la gana.”

¿Lloraste?

“No. Yo no sé de qué se arman las personas en esos momentos, pero cuando estás frente al enemigo no lloras. Cuando vi por primera vez a Rene en el hueco, que estábamos a través del cristal y llevábamos un rato, ya por supuesto, empecé a llorar, pero cuando te enfrentas a ellos no lloras, por más que te estén diciendo cosas para herirte... como las que me dijeron al día siguiente de la detención de Rene. Agentes del FBI fueron a mi casa y me aseguraron que ellos conocían que yo lo sabía todo, que por favor hablara con ellos, que tuviera en cuenta que yo tenía dos hijas, que una de ellas era ciudadana norteamericana —se trataba de Ivette que tenía cuatro meses—, que como gobierno podían mandarla para una institución. Me llevaron, como decimos los cubanos, hasta la tabla. Cosas que dolían mucho, pero no me salió ni una lágrima.”

¿Cómo eran las condiciones en la prisión?

“Me llevaron a una celda sola, sin comunicación con el mundo exterior, con una comida horrible, y cuando estuve en la cárcel de Krome para las audiencias de la Corte, supe que allí eran mejores las condiciones, que la población penal estaba agrupada, que salían al sol, podían comprar alguna comida en unas máquinas que había y veían la televisión. Para mí alquilaron una celda en la prisión de Fort Lauderdale, era un castigo adicional.

“Casi al final de mi estancia allí, tuve a dos compañeras, una de ellas avisó a la familia de Rene en Sarazota, para que supieran que ya venía para Cuba.

“Y como no pudieron con René ni conmigo, ni con la familia, ahora viene el ensañamiento, e Ivette está pagando el precio de no conocer a su papá.”

¿Tienes idea de qué pueda suceder en este momento del proceso?

“Lo que ha hecho el gobierno de EE.UU. es dilatar el proceso. Una vez que los tres jueces de la Corte de Atlanta emitieron el fallo, saben que técnicamente es imposible rebatirlos y quieren utilizar todos los eslabones jurídicos posibles para seguir extendiendo la estadía de ellos en la cárcel. Pienso que el panel de doce jueces va a emitir el mismo veredicto y la Fiscalía continuará buscando la forma para dilatarlo,
quizás quieran ir hasta el Supremo. El hecho es que política, moral y técnicamente están perdidos.

“Como este es un caso político, lo vamos a ganar con el apoyo de la opinión pública internacional, y va a ser antes de que Rene cumpla su condena de 15 años.”

¿Tienes esperanza de poder ir a verlo?

“Cada vez que voy a la Oficina de Intereses tengo la esperanza de que tengan un poco de humanidad y me den la autorización para visitarlo, pero después me doy cuenta de que no, que soy demasiado buena pensando. Reflexiono y me doy cuenta de la magnitud del enemigo, de su crueldad. Cuando le comento a Rene la negativa me dice: ’guapea ahí’.”

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