Pasé buscando algo nuevo en nuestra Plaza. Tenía la expectativa de encontrar algo que la hiciera diferente después de tantos días de esfuerzos y trabajo hasta dejarla lista para el desfile militar y la marcha popular de este 16 de abril.
En lontananza distinguí a Martí sobre su inmenso y firme pedestal, y frente a él, Che y Camilo; los tres insomnes guardianes, quienes al igual que yo saben de todo el bullicio, el entusiasmo, la pasión y la convicción que colmarán la Plaza, pasarán entre ellos y retumbarán a través de los medios de comunicación, que en cualquiera de los cinco continentes esperan el acontecimiento.
Entre carteles y altavoces, sillas y amplios espacios vacíos que en breve se llenarán, llamaron mi atención los colores de la Plaza. Banderolas blancas, rojas y azules estaban esparcidas como delimitando el paso de las columnas, de las tropas, del pueblo.
Ondeaban con la misma vitalidad del viento, desplegando el blanco, el rojo y el azul; los colores de la pureza, de la sangre derramada por nuestros héroes y mártires y el del cielo patrio, un arcoíris armónico y simbólico que identifica a Cuba en todas sus expresiones.
Y precisamente, el rojo se me hizo más intenso al recordar tanta sangre derramada por estos días de abril, 50 años atrás, cuando aviones B-26, de fabricación norteamericana, segaron la vida de valiosos jóvenes que custodiaban y laboraban en los aeropuertos de Santiago de Cuba (en el oriente de la Isla), la Base Aérea de San Antonio de los Baños y el de Ciudad Libertad, en La Habana.
Horas después llegaban los días de Girón. Mercenarios a sueldo del imperio bombardeaban, ametrallaban, atacaban sobre el suelo que los viera nacer, y mataban. Fueron fieros e intensos los combates, desproporcionadas las armas y los medios, pero los cubanos, valerosos, conquistaron la victoria, y con ella, asestaron la primera derrota del imperialismo en América.
Pensando en todo eso, vinieron a mi mente la infinidad de colores que colman la Plaza, los que estarán llegando, los que han pasado, los que recordamos. No importa cuáles hayan sido, ni cuáles sean ahora, porque también en los colores están los corazones que vibran por los mismos, por los tantos motivos y por uno nuevo: a las conmemoraciones del 15 de abril, de este 16 y de los próximos días se suma otro trascendental: el inicio del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Con las expectativas de lo que está por venir para continuar el desarrollo económico y social de la nación, por los cambios que nos esperan para mejorar y adaptarnos a las circunstancias, por las transformaciones que tendremos que experimentar cada uno de los cubanos en aras de seguir conquistando el porvenir.
Los colores nos inspiran, nos llevan a una Plaza familiar y nuestra, a una Plaza iluminada por farolas, que también esperan los destellos del sol para empezar a andar con el verde olivo de cadetes, soldados y oficiales, y a llenarse de niños, de jóvenes, de estudiantes, de trabajadores, de veteranos, del pueblo unido y multirracial. De Cuba, que este 16 de abril, cabrá toda en una Plaza.
CUBA: SUS GENTES, SUS PASIONES, SUS PAISAJES. LA COTIDIANIDAD, DESDE UNA VISIÓN PERSONAL
16 abril, 2011
Los colores de la Plaza
Pasé buscando algo nuevo en nuestra Plaza. Tenía la expectativa de encontrar algo que la hiciera diferente después de tantos días de esfuerzos y trabajo hasta dejarla lista para el desfile militar y la marcha popular de este 16 de abril.
En lontananza distinguí a Martí sobre su inmenso y firme pedestal, y frente a él, Che y Camilo; los tres insomnes guardianes, quienes al igual que yo saben de todo el bullicio, el entusiasmo, la pasión y la convicción que colmarán la Plaza, pasarán entre ellos y retumbarán a través de los medios de comunicación, que en cualquiera de los cinco continentes esperan el acontecimiento.
Entre carteles y altavoces, sillas y amplios espacios vacíos que en breve se llenarán, llamaron mi atención los colores de la Plaza. Banderolas blancas, rojas y azules estaban esparcidas como delimitando el paso de las columnas, de las tropas, del pueblo.
Ondeaban con la misma vitalidad del viento, desplegando el blanco, el rojo y el azul; los colores de la pureza, de la sangre derramada por nuestros héroes y mártires y el del cielo patrio, un arcoíris armónico y simbólico que identifica a Cuba en todas sus expresiones.
Y precisamente, el rojo se me hizo más intenso al recordar tanta sangre derramada por estos días de abril, 50 años atrás, cuando aviones B-26, de fabricación norteamericana, segaron la vida de valiosos jóvenes que custodiaban y laboraban en los aeropuertos de Santiago de Cuba (en el oriente de la Isla), la Base Aérea de San Antonio de los Baños y el de Ciudad Libertad, en La Habana.
Horas después llegaban los días de Girón. Mercenarios a sueldo del imperio bombardeaban, ametrallaban, atacaban sobre el suelo que los viera nacer, y mataban. Fueron fieros e intensos los combates, desproporcionadas las armas y los medios, pero los cubanos, valerosos, conquistaron la victoria, y con ella, asestaron la primera derrota del imperialismo en América.
Pensando en todo eso, vinieron a mi mente la infinidad de colores que colman la Plaza, los que estarán llegando, los que han pasado, los que recordamos. No importa cuáles hayan sido, ni cuáles sean ahora, porque también en los colores están los corazones que vibran por los mismos, por los tantos motivos y por uno nuevo: a las conmemoraciones del 15 de abril, de este 16 y de los próximos días se suma otro trascendental: el inicio del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Con las expectativas de lo que está por venir para continuar el desarrollo económico y social de la nación, por los cambios que nos esperan para mejorar y adaptarnos a las circunstancias, por las transformaciones que tendremos que experimentar cada uno de los cubanos en aras de seguir conquistando el porvenir.
Los colores nos inspiran, nos llevan a una Plaza familiar y nuestra, a una Plaza iluminada por farolas, que también esperan los destellos del sol para empezar a andar con el verde olivo de cadetes, soldados y oficiales, y a llenarse de niños, de jóvenes, de estudiantes, de trabajadores, de veteranos, del pueblo unido y multirracial. De Cuba, que este 16 de abril, cabrá toda en una Plaza.
En lontananza distinguí a Martí sobre su inmenso y firme pedestal, y frente a él, Che y Camilo; los tres insomnes guardianes, quienes al igual que yo saben de todo el bullicio, el entusiasmo, la pasión y la convicción que colmarán la Plaza, pasarán entre ellos y retumbarán a través de los medios de comunicación, que en cualquiera de los cinco continentes esperan el acontecimiento.
Entre carteles y altavoces, sillas y amplios espacios vacíos que en breve se llenarán, llamaron mi atención los colores de la Plaza. Banderolas blancas, rojas y azules estaban esparcidas como delimitando el paso de las columnas, de las tropas, del pueblo.
Ondeaban con la misma vitalidad del viento, desplegando el blanco, el rojo y el azul; los colores de la pureza, de la sangre derramada por nuestros héroes y mártires y el del cielo patrio, un arcoíris armónico y simbólico que identifica a Cuba en todas sus expresiones.
Y precisamente, el rojo se me hizo más intenso al recordar tanta sangre derramada por estos días de abril, 50 años atrás, cuando aviones B-26, de fabricación norteamericana, segaron la vida de valiosos jóvenes que custodiaban y laboraban en los aeropuertos de Santiago de Cuba (en el oriente de la Isla), la Base Aérea de San Antonio de los Baños y el de Ciudad Libertad, en La Habana.
Horas después llegaban los días de Girón. Mercenarios a sueldo del imperio bombardeaban, ametrallaban, atacaban sobre el suelo que los viera nacer, y mataban. Fueron fieros e intensos los combates, desproporcionadas las armas y los medios, pero los cubanos, valerosos, conquistaron la victoria, y con ella, asestaron la primera derrota del imperialismo en América.
Pensando en todo eso, vinieron a mi mente la infinidad de colores que colman la Plaza, los que estarán llegando, los que han pasado, los que recordamos. No importa cuáles hayan sido, ni cuáles sean ahora, porque también en los colores están los corazones que vibran por los mismos, por los tantos motivos y por uno nuevo: a las conmemoraciones del 15 de abril, de este 16 y de los próximos días se suma otro trascendental: el inicio del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Con las expectativas de lo que está por venir para continuar el desarrollo económico y social de la nación, por los cambios que nos esperan para mejorar y adaptarnos a las circunstancias, por las transformaciones que tendremos que experimentar cada uno de los cubanos en aras de seguir conquistando el porvenir.
Los colores nos inspiran, nos llevan a una Plaza familiar y nuestra, a una Plaza iluminada por farolas, que también esperan los destellos del sol para empezar a andar con el verde olivo de cadetes, soldados y oficiales, y a llenarse de niños, de jóvenes, de estudiantes, de trabajadores, de veteranos, del pueblo unido y multirracial. De Cuba, que este 16 de abril, cabrá toda en una Plaza.
Cierre de lujo
Canto y llanto de la tierra: nuestra primera victoria. Un cierre de lujo para el desfile popular. Las banderas cubanas desplegadas, las palomas levantando vuelo, los helicópteros, la gente como en cámara lenta…
A las 10,38 minutos, los últimos cubanos surcaban la amplia avenida, frente a Martí, al Che, a Camilo, a Raúl. Por allí andaban, con paso firme, Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René, cinco cubanos que no pierden oportunidad para estar en sus plazas, en sus calles, con su pueblo.
Fue impresionante, y a la vez que miraba el cierre, que mi corazón latía más apresurado, respondía a sarcasmos y agresiones llegados vía internet, una manera fácil para defender nuestro proceso económico y social. Uno dice que los cubanos fueron a la Plaza obligados y solo le pregunté ¿cuántos hombres deberá tener un ejército para llevar a la Plaza a casi un millón de cubanos?
Qué ejército puede parar a los jóvenes que estuvieron toda la noche esperando el comienzo del desfile. También cuestionan la lentitud de nuestra señal, acaso el bloqueo tendrá algún efecto sobre eso. Otros criterios no quiere ni mencionarlos, me sobran la espontaneidad, el júbilo y la alegría que vi entre los jóvenes, en los niños, en los veteranos.
Fue un cierre de lujo. Y desde ya estoy preparada y anhelante para el Primero de Mayo, cuando Cuba se estremecerá de nuevo en la Plaza.
A las 10,38 minutos, los últimos cubanos surcaban la amplia avenida, frente a Martí, al Che, a Camilo, a Raúl. Por allí andaban, con paso firme, Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René, cinco cubanos que no pierden oportunidad para estar en sus plazas, en sus calles, con su pueblo.
Fue impresionante, y a la vez que miraba el cierre, que mi corazón latía más apresurado, respondía a sarcasmos y agresiones llegados vía internet, una manera fácil para defender nuestro proceso económico y social. Uno dice que los cubanos fueron a la Plaza obligados y solo le pregunté ¿cuántos hombres deberá tener un ejército para llevar a la Plaza a casi un millón de cubanos?
Qué ejército puede parar a los jóvenes que estuvieron toda la noche esperando el comienzo del desfile. También cuestionan la lentitud de nuestra señal, acaso el bloqueo tendrá algún efecto sobre eso. Otros criterios no quiere ni mencionarlos, me sobran la espontaneidad, el júbilo y la alegría que vi entre los jóvenes, en los niños, en los veteranos.
Fue un cierre de lujo. Y desde ya estoy preparada y anhelante para el Primero de Mayo, cuando Cuba se estremecerá de nuevo en la Plaza.
Presidió Raúl, Revista Militar y desfile popular, en la Plaza
El General de Ejército, Raúl Castro Ruz, presidente de los Consejos de Estado y de Ministro, presidió la Revista Militar y el Desfile Popular, que en conmemoración del aniversario 50 de la proclamación del carácter socialista de la Revolución y la victoria de Playa Girón, comenzó esta mañana, en la Plaza de la Revolución José Martí, en La Habana.
El toque de silencio, el Himno Nacional, el retumbar de las 21 salvas. Con esos símbolos, el silencio se transformó en júbilo y bullicio en una Plaza que se desbordará en minutos, con el paso de viejos y modernos equipos de combate, con las tropas, con el pueblo.
Es 16 de abril, y los capitalinos, en representación de toda Cuba, están en la Plaza. Comenzó el Desfile Militar, y le seguirá el pueblo.
Se encuentran también en la presidencia, dirigentes del Partido, el Estado y el Gobierno, los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, expedicionarios del yate Granma, combatientes del Ejército Rebelde y la lucha clandestina, familiares de los caídos en combates y de los Cinco Héroes antiterroristas, que desde hace más de 12 años sufren injusta prisión en Estados Unidos.
En nombre de los jóvenes cubanos, Maydel Gomez Lago, presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios, ratificó el compromiso de su generación con la defensa del socialismo, y seguidamente comenzó la Revista Militar.
El toque de silencio, el Himno Nacional, el retumbar de las 21 salvas. Con esos símbolos, el silencio se transformó en júbilo y bullicio en una Plaza que se desbordará en minutos, con el paso de viejos y modernos equipos de combate, con las tropas, con el pueblo.
Es 16 de abril, y los capitalinos, en representación de toda Cuba, están en la Plaza. Comenzó el Desfile Militar, y le seguirá el pueblo.
Se encuentran también en la presidencia, dirigentes del Partido, el Estado y el Gobierno, los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, expedicionarios del yate Granma, combatientes del Ejército Rebelde y la lucha clandestina, familiares de los caídos en combates y de los Cinco Héroes antiterroristas, que desde hace más de 12 años sufren injusta prisión en Estados Unidos.
En nombre de los jóvenes cubanos, Maydel Gomez Lago, presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios, ratificó el compromiso de su generación con la defensa del socialismo, y seguidamente comenzó la Revista Militar.
Los jóvenes no fallarán
El pueblo entero está en la Plaza, como si toda Cuba se hubiese levantado en la madruga para este encuentro con la historia, con los 50 años que han transcurrido desde aquel día en que el Comandante en Jefe levantó su voz para proclamar el carácter socialista de la Revolución, y el de la contundente victoria en Playa Girón.
Vinieron los veteranos, los de la generación histórica como les conocemos, pero llegaron también cientos de miles de niños y jóvenes para ratificar su responsabilidad en la continuación y desarrollo de nuestro socialismo.
Tocaron la Plaza desde todos los puntos geográficos de la capital; de los más cercanos y de los más apartados, porque ninguno quiso perderse esta oportunidad de revivir momentos trascendentales de la historia.
Los estudiantes de la Escuela Vocacional Vladimir Ilich Lenin, encabezaron el desfile con sus uniformes azules y una enorme tela que decía: Los jóvenes no fallaremos. Después le siguieron los de los preuniversitarios urbanos, los trabajadores de todos los municipios y un bloque unido de miles y miles de alumnos de los centros universitarios, incluyendo los de Ciencias Informáticas cierran esta jornada.
Vinieron los veteranos, los de la generación histórica como les conocemos, pero llegaron también cientos de miles de niños y jóvenes para ratificar su responsabilidad en la continuación y desarrollo de nuestro socialismo.
Tocaron la Plaza desde todos los puntos geográficos de la capital; de los más cercanos y de los más apartados, porque ninguno quiso perderse esta oportunidad de revivir momentos trascendentales de la historia.
Los estudiantes de la Escuela Vocacional Vladimir Ilich Lenin, encabezaron el desfile con sus uniformes azules y una enorme tela que decía: Los jóvenes no fallaremos. Después le siguieron los de los preuniversitarios urbanos, los trabajadores de todos los municipios y un bloque unido de miles y miles de alumnos de los centros universitarios, incluyendo los de Ciencias Informáticas cierran esta jornada.
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