11 abril, 2006

UN PUENTE MÓVIL




En la desembocadura del río Zaza, al sur de Cuba

La pintoresca geografía de Cuba fomenta la imaginación, hasta permitir que los ríos navegables sean atravesados por una especie de balsa, que sostenida por flotantes y cables, transporta personas, animales y vehículos de uno a otro lado. Esta curiosidad se mantiene exclusivamente sobre el río Zaza, a unos diez kilómetros de su desembocadura en el centro sur de la Isla.

Las características geográficas de Cuba, al ser una isla larga y estrecha, imposibilita la existencia de grandes y anchos ríos, como por ejemplo, el Nilo, La Plata, el Amazonas... Entre los más deslumbrantes del archipiélago se encuentran el Cauto y el Toa, en la región más oriental y más ancha y el Zaza, que se prolonga por unos cientos de kilómetros desde el centro hasta el sur de la Isla.

Atravesar los ríos entonces tiene sus peculiaridades en cada región, aunque lo más común son los puentes de concreto y hormigón, pues ya los de madera han sido sustituidos por los más modernos y duraderos. El puente más alto de Cuba está situado en la parte oeste, sobre la garganta de un pequeño río que lleva por Bacunayagua, por lo que la obra, considerada entre las siete maravillas de la arquitectura nacional, lleva el mismo nombre.

En la región oriental de la Isla, fundamentalmente sobre el Toa se encuentran los puentes más bajos, es decir, los que existen más pegados al agua y que con solo alargar el brazo es posible tocarla. Son de tablones de madera, hincados sobre pilotes y cuando vienen las crecidas en abundancia, interrumpen el tránsito, pues las corrientes sobrepasan el nivel de la vía. Sin embargo, bien pegado a la desembocadura del río Zaza, en el centro sur de Cuba, existe “un puente excepcional”.

LA BARCA DE NATIVIDAD

No existen reportes de la existencia actual de otra barca con las características de la que enlaza los pueblos de Vallejo y Natividad, en la central provincia de Sancti Spíritus. Es el único paso que tiene el río Zaza en la zona y cuando se rompe, cosa que ocurre en muy raras ocasiones, interrumpe el abastecimiento de caña a un central azucarero, la transportación de arroz desde la segunda empresa más grande de Cuba, y el traslado de la gente desde Natividad hasta la capital provincial u otros pueblos cercanos.

Cientos de veces al día, la barca surca las quietas aguas del Zaza en su ir y llevar camiones, tractores, animales y personas. Más de 120 metros tiene de ancho el río en esta parte y cuando ella se paraliza, las personas recurren a un pequeño bote que mueve a remos Juan Cavana. Mas, al decir de Moisés Muro, un operador del puente móvil, casi nunca se rompe, pues ya la conocen como la palma de sus manos. El y otros tres hombres, han dedicado toda su vida a “pasera” sobre la barca.

Su construcción data de 1957, cuando otra más pequeña y totalmente de madera, que era propiedad de Juan Cavana, se hizo insuficiente para la transportación. El auge económico de la zona entró en su esplendor dos años después, con el triunfo de la Revolución, y el aumento de las capacidades productivas de la agroindustria azucarera y arrocera.

Los pueblos fueron creciendo, con el aumento de la población y los usos de la barca se fueron aumentando. Por eso, en la construcción de la nueva y que hoy existe, se anclaron pilotes de hormigón, se utilizaron planchas de acero para hacer el piso, y se tensaron cables de acero para controlar la estabilidad del puente colgante. Un pequeño motor de diesel impulsa su traslado y muchas personas, sobre todo, los visitantes foráneos, sienten temor al atravesar el “ancho río” sobre un artefacto en movimiento.

Pero es deslumbrante ver cómo una instalación tan rústica y de poca promoción dentro de Cuba atrae a tantos turistas, que llegan hasta la Barca de Natividad sólo para verla cruzar o desandar el río sobre ella. Luego se embullan y hasta tiran algunos “cordeles” en el río tratando de pescar una buena presa: pargos, lisas, jureles y tilapias, que proliferan en estas aguas descontaminadas. Por lo que es evidente que la Barca de Natividad constituye un espectáculo singular.

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