28 abril, 2006

"Ya lo he dicho y me retiro"

anamarg@enet.cu

Raúl Roa acuñó la frase antes de abandonar el podio de Naciones Unidas, después de acusar a Estados Unidos por los bombardeos contra aeropuertos cubanos, en la madrugada del 15 de abril de 1961

Este trabajo se realizó en colaboración con el periodista Rafael Hojas Martínez
Foto:Eddy Martin


Las instrucciones que llevaba eran claras y precisas, pero un obstáculo procesal y formal se le interponía. Debía informar sobre el ataque aéreo que horas antes había sufrido Cuba y acusar a Estados Unidos de ser el agresor, a pesar de que el único punto del orden del día de la plenaria de la Asamblea General de Naciones Unidas estaba referido a la situación de la República del Congo.

Raúl Roa estaba recuperado, “sorpresivamente”, de una indisposición que lo mantuvo en casa y lo “había obligado” a solicitar al organismo internacional el aplazamiento del debate de la reclamación del gobierno cubano por actos intervencionistas de Estados Unidos.

A las 10:30 horas del 15 de abril de 1961 comenzó el XV periodo de sesiones de la Asamblea General y la confusión que embargó a la delegación norteamericana por la presencia del“polemista agresivo y brillante” fue disipada: dieron la palabra al representante de Cuba para una cuestión de
orden.

Con su verbo audaz, su vitalidad y pasión, el Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba trazó la estrategia: aclaró que era una cuestión vital la denuncia de los bombardeos a las ciudades de La Habana, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, por aviones norteamericanos procedentes de EE.UU. o de países centroamericanos, mas al decir “La delegación de Cuba acusa…” el presidente de la Asamblea golpeó la mesa y le advirtió que tocaba un punto de fondo y no de orden, y no podía hacerlo de esa forma, aunque reconocía la importancia del tema.

Era tranquila su voz, y siguió hablando. No le fue posible retirarse sin acusar al gobierno imperialista de Estados Unidos por los actos “que ponían en gravísimo riesgo la paz y seguridad internacionales”. Al ser conminado a dejar la tribuna expresó: “Ya lo he dicho y me retiro”.

II
“La denuncia de Cuba en Naciones Unidas sobre la invasiónfue hecha casi un año antes, cuando Raúl Roa reveló los detalles de los preparativos de aquella agresión.” Así lo afirmacategóricamente, Carlos Lechuga Hevia, protagonista de algunas de las batallas diplomáticas libradas durante los primeros años de la Revolución.
“El gobierno revolucionario tenía información de que un grupo grande de cubanos estaba adiestrándose militarmente en la finca Retalhuleu, de Guatemala, donde había también soldados americanos y aviones sobrevolando el campamento militar. El Partido guatemalteco del Trabajo, gente de izquierda y simpatizantes con Cuba habían alertado.”
Carlos Lechuga no fue testigo de los artificios que Roa utilizó después para “echar aquella pelea” simultánea con la de los artilleros cubanos en las arenas de Girón y en los cenagalesde Zapata, aunque sabía muy bien que “era fantástico manejando la ironía”.

Narra el también diplomático cubano Quintín Pino Machado, en su libro La batalla de Girón. Razones de una victoria que, por la propuesta insistente del representante de la UniónSoviética en Naciones Unidas, se aprobó realizar una reunión urgente en la tarde del mismo día 15, para debatir el problema planteado por Cuba. La delegación norteamericana estuvo inquieta toda la jornada, pero su embajador, Adlai Stevenson, no perdió su ecuanimidad y dio instrucciones para preparar la réplica.
El primer orador de la tarde fue Raúl Roa. El discurso fue breve y conciso. “Este es, sin dudas, el prólogo de la invasión a gran escala…” afirmó. “Llamo la atención de los representantessobre los cínicos esfuerzos de la propaganda oficial norteamericana para presentar una versión distorsionada de los sucesos… los pilotos criminales se han venido a refugiar en el Estado de la Florida. Queremos advertir…que han anunciado que esta noche a las 10 volverán a bombardear las ciudades cubanas”.
La réplica del señor Stevenson tuvo su estilo irónico e impecable. Enumeró los términos de sus argumentos. En el segundo dejó claro que “los Estados Unidos harán todo lo que les sea posible para asegurar que ningún americano participe en ninguna acción contra Cuba”, y después del tercero dijo tener una fotografía de uno de los aviones que aterrizó en Florida.
“Ese avión en realidad lo pilotaba un mercenario que había salido de una base en Nicaragua. Pintaron el fuselaje con la insignia de la Fuerza Aérea Revolucionaria y le dieron dos o tres tiros para decir que había sido en Cuba cuando huía. Se demostró que era mentira, por supuesto”, afirma Lechuga, con la misma serenidad que lo habría hecho 45 años antes, enel momento de la invasión.
III
El día 16 de abril, Roa recibió un mensaje donde se le anunciaba que las comunicaciones con la Isla quedarían cortadas por necesidades impostergables. “Tienes que batirte con las orientaciones anteriores y apoyarte en tu intuición y sentido revolucionario. Patria o Muerte. Venceremos.” La letra de esta comunicación demostraba la confianza depositadaen quiense había ganado el título de Canciller de la Dignidad.
Los debates en la Asamblea General de la ONU se prolongaron durante los días 17, 18, 19, 20 y 21 de abril. El primer día, el vocero del Departamento de Estado tuvo el cinismo de afirmar que no tenían noticias de invasión alguna.
Roa pidió la palabra e hizo un recuento de las veces que había acudido a los organismos internacionales para denunciar a Estados Unidos —en julio, agosto, octubre y diciembre de1960— y enfatizó que “Cuba no obtuvo garantía ni justicia de los Organismos Internacionales en su batalla contra el Gobierno de Washington.”
De esta última consideración da fe Carlos Lechuga, quien era entonces embajador de Cuba ante la Organización de Estados Americanos (OEA) con sede en Washington.
“La OEA no dijo ni media palabra sobre los ataques a Cuba, que eran la violación de todas las leyes internacionales, de la Carta de la Organización, incluso. La denuncia se produjo en Naciones Unidas porque era un medio más fácil para Cuba que la OEA, que estaba dominada por los americanos.”
Eso sucedía a pesar de que el 21 de abril, 48 horas después de la victoria del pueblo cubano contra el imperio y último día de debate sobre la invasión mercenaria, la Primera Comisión dela Asamblea General de la ONU aprobó una resolución para trasladar el asunto a la OEA.
“Se planteaba que la OEA era el Ministerio de Colonia de Estados Unidos”. Carlos Lechuga recuerda que cuando llegó a Washington encontró un folleto de turismo de la firma ESSO que incluía entre las oficinas del gobierno de los Estados Unidos a las del FBI, la CIA y la OEA.
“La única preocupación que mostraron en la organización americana fue por un periodista norteamericano que cogieron preso cuando los bombardeos a los aeropuertos cubanos. Alparecer pensaron que tenía algo que ver con el suceso; en definitiva salió libre, pero los embajadores de la OEA reclamaban que no se castigara al periodista.
“El secretario general de la OEA envió una carta al gobierno de Cuba pidiendo que no se le hiciera nada a los invasores, que se les tratara bien, y recuerdo que Osvaldo Dorticós lerespondió diciéndole que Cuba respetaba todos los principios humanitarios, pero que ellos tenían que dirigirse al gobierno de Estados Unidos por las muertes causadas durante la invasión. Por supuesto no hicieron nada, ni se dirigieron a Kennedy, que era el presidente.
El 21 de abril, el Canciller cubano reconoció que el proyecto de trasladar el tema de la invasión a la OEA surgió como consecuencia de un debate en que los países pequeños y los socialistasdefendieron a Cuba y las potencias occidentales no se manifestaron en contra.
Una conclusión le tomamos prestada a Quintín Pino Machado al terminar este recorrido por los días de combates y de victorias en Playa Girón y en Nueva York: “Es mucho más fácil explicar una derrota militar que una política, y mucho más si las armas que sustentaron la segunda no estaban apoyadas en principios sino en mentiras.”
Y a Carlos Lechuga Hevia, una valoración sobre su amigo entrañable: “Roa tenía un lenguaje único, insustituible. Era una persona de extraordinaria sensibilidad humana, de una línea de conducta honesta, recta, generosa. Tenía magnífico humor y era muy pacífico, salvo para enfrentar algún problema que afectara a Cuba. En ese caso saltaba, insultaba, agredía…”.

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