16 marzo, 2006

Más que hermanos somos compañeros

No es fortuito que Floreal y Faure Chomón Mediavilla fueran protagonistas del Levantamiento Armado del 13 de Marzo, la vocación revolucionaria los unió casi desde niños.

Faure Chomón Mediavilla abrazó a su madre y en ese instante ella presintió el peligro. Palpó su cuerpo. El pecho, el abdomen, la cintura, y él le llevó la mano a la parte de atrás del pantalón, a la altura del cinto, para que sintiera la pistola. “¡No te dejes coger!, es preferible que te maten a que caigas en manos de esos esbirros.”

Eran casi las once de la mañana del 13 de marzo de 1957. Faure depositó “el último beso” en la frente de su madre. El de la despedida, mas, debía cumplir otra misión en su visita al apartamento del Vedado: confirmar a Floreal Chomón Mediavilla que la acción se ejecutaría esa misma tarde.

II

Carlos Gutiérrez, un experto ametrallador que participó en la II Guerra Mundial, traspasó la puerta del Palacio Presidencial y liquidó a la guarnición para dar paso al resto de los hombres. La operación se estudió en detalles. Cada comando tomaría un piso del edificio hasta la azotea, para impedir que entraran refuerzos desde arriba.

Llegaron en carros diferentes y habían salido de sus respectivos cuarteles 10 minutos antes de que lo hicieran los jóvenes que asaltarían a Radio Reloj. Las acciones debían producirse simultáneamente. Detrás de Carlos, Faure Chomón, fusil en ristre, trató de agarrar la verja de Palacio para abalanzarse sobre el guardia, pero una andanada de ametralladora calibre 30 lo lanzó por el aire hasta el borde de la acera.

Aturdido y casi sin conocimiento pensó que le habían destrozado el hígado. “¡Que fatal soy, no me han matado, los esbirros se van a cebar conmigo!” Y casi seguro, aunque no lo haya confesado, pensó en las palabras de su madre.

Desde ese momento, uno de los artífices principales de aquella misión que tenía como objetivo liquidar al tirano Fulgencio Batista, se convirtió en un espectador de los hechos. Evidentemente, los seis peines del fusil que llevaba en la cintura le salvaron la vida, y las heridas –según se supo horas más tarde– no interesaron ningún órgano vital.

III

José Antonio Echeverría empujó la puerta de la cabina y puso sobre la mesa, delante del locutor, la noticia del asalto al Palacio Presidencial. Estaba redactada al estilo de Radio Reloj y era el preámbulo para anunciar que el líder estudiantil se dirigiría al pueblo de Cuba.

La acción duró muy pocos minutos. Fructuoso Rodríguez, que estaba fuera de la cabina, entró y le dijo: “No sigas Gordo, te cortaron”.El pequeño grupo de jóvenes que asaltó la emisora debía reforzar las acciones del Palacio Presidencial, debido a una traición del jefe del comando asignado para hacerlo.

José Antonio lo supo poco antes del mediodía y decidió asumirlo personalmente…Cuentan que Faure lloró cuando supo la noticia de la muerte del Gordo. Lo imaginaba en otro lugar, no tirado en la calle y abandonado por sus compañeros como le estaban diciendo en la Universidad, a donde había logrado regresar burlando los cordones de seguridad de la Policía.

La indignación se apoderó de su alma. “A los jefes no se les abandona” les dijo, y salió a la calle a buscar el cuerpo. Una voz lo detuvo: “ya no está, no está muerto, lo llevaron a una casa por la calle L”. Faure suspiró. Podía ser una mala información o una mentira piadosa. Un auto lo recogió.

IV

Ambos hermanos están juntos. No hay similitudes en sus rostros, ni en los gestos. Floreal es bastante más alto, parco, inquieto. Faure es más joven, conversador sin límites y sin apuros.

Recurrimos a él porque, como dice, Floreal es muy modesto y no cuenta su verdadera participación en la insurgencia del 13 de marzo. Su trabajo y el de otros compañeros fueron muy importantes, invisible y anónimo.

No estuvieron en el combate, lo de ellos era preservar la organización clandestina y sus propias acciones. Si no se cuenta puede parecer que quien no tuvo una pistola o una ametralladora no hizo nada y sí hicieron.

Floreal Chomón Mediavilla no era sólo un locutor de Radio Reloj. Miembro del Directorio Estudiantil, integraba el grupo de acción que dirigía su hermano y era la fuente de información más certera del Movimiento. Creó una célula en la emisora que se convirtió en el núcleo principal del entonces Radio Centro.

Reloj tenía una planta de radio que recibía los mensajes de la Policía, con el objetivo de enviar un reportero al lugar de los hechos en casos relevantes y algunos periodistas se agenciaban el boletín secreto con las chapas circuladas, ambas fueron útiles al Directorio para conocer si sus acciones eran conocidas por los tiranos y si sus carros habían sido detectados en alguna actividad revolucionaria, lo que les permitiría actuar cuando fuera necesario.

Un miembro de la Motorizada venía frecuentemente a mirar el trabajo de los locutores a través de los cristales de la parte baja del edificio de M y 23. Floreal recibía instrucciones, pero al descubrir el interés del muchacho solicitó autorización al Directorio para entrenarlo y al mismo tiempo penetrar ese cuerpo militar.

Esta faceta fue clave en el trabajo de inteligencia del Movimiento Estudiantil. Día a día, Floreal copiaba en su memoria una parte de los códigos sobre el movimiento vehicular del tirano, y al llegar a su casa, los anotaba en una libreta. En poco tiempo los había descifrados todos, y esa información fue determinante para fijar la fecha, momento y lugar exactos de la epopeya, que trascendió como el levantamiento armado del 13 de Marzo.

V

Años después, cuando Faure Chomón era ministro de Transporte, se le reveló otra parte de la historia del fatídico 13 de marzo. Un periodista de apellidos Torres Momplet, que era miembro del staff de reporteros del Palacio Presidencial en 1957, le solicitó una entrevista.

“Le debo contar lo que vi el día del asalto”. Y contó.Estaba de guardia. Era un día caluroso y aburrido y contestó una llamada telefónica del jefe de información del periódico de Mansferrer, quien le preguntó si era verdad que estaban atacando a Radio Reloj.

El joven dijo “no chico, ¡esto aquí está más aburrido!” Y no hizo más que colgar, se produjo un estallido de balas. Se lanzó al piso y pensó: “¿cómo es posible que me preguntaran por algo antes de empezar? Con esta confesión, Faure corroboró que el asalto a Radio Reloj había comenzado casi un minuto antes que el de Palacio, y confirmó la tesis de que habían sacado del aire la planta de Radio Reloj y no era cómo decían, que si los locutores levantaban más la voz o cambiaban el tono, la emisora se cortaba.

Por única vez en la historia, cuando la radioemisora salió al aire de nuevo comenzó a dar la hora con un minuto de retraso.Torres Momplet le explicó a Faure que había estado allí todo el tiempo que duró el combate. Sintió la algarabía dentro del Palacio y la voz de Marta, la esposa de Batista, que al bajar las escaleras gritaba: ¡Mátenlos a todos, mátenlos a todos!

Al salir del salón donde trabajaba el reportero vio a un capitán de la policía que alzaba a cada uno de los heridos y los asesinaba a balazos por el pecho y el abdomen. Ningún herido en Palacio salió con vida. Todavía en aquel momento, Torres estaba impresionado.

Se incorporó al proceso revolucionario, pero tenía aquella lucha interior, estaba encubriendo a un asesino, que por demás había sido su amigo íntimo, recuerda Faure. “Le pedí que me dijera todo de nuevo para grabarlo y estuvo de acuerdo, pero no repitió el nombre del capitán”.

Al amanecer del día siguiente del asalto a Palacio formaron a una parte de la guarnición, y Torres Momplet vio cuando Fulgencio Batista se asomó al tercer piso para saludarlos, pero lo hizo con la mano –confirmando que había perdido la voz, pues no era su estilo para dirigirse a la tropa–.

Recordó también que Batista se pasaba la mano por la cabeza y tenía el pelo blanco. Faure lo interrumpió para precisarle que no podía ser, que el tirano (durante nuestra entrevista nunca pronunció su nombre) tenía el pelo negro. Pero el hombre aseguró: “Yo lo vi”.

El entonces Ministro de Transporte comentó: se repite el hecho histórico de aquella emperatriz de la revolución francesa que en una noche de terror se le blanqueó el cabello.
VI

Floreal y Faure no fueron combatientes por azar, son revolucionarios desde que tuvieron uso de razón, porque sus padres así los educaron. Hijos únicos de un matrimonio de combatientes antibatistianos, de abuelos mambises, no era casual que Georgina Mediavilla Díaz los conminara constantemente a que se cuidaran.

Cada acción podía costarle la vida, pero “el pensamiento primario era que saliera bien la operación”, dice Floreal, y Faure lo apoya: “no queríamos darle el dolor a una madre de que dos hijos murieran el mismo día, por eso a Floreal no lo dejan subir al auto de José Antonio cuando salen de Radio Reloj.

Ya había estado preso de la tiranía, si lo cogían lo hubieran matado. Hoy se trata de que los hermanos no estén juntos en acciones que pongan en riesgo sus vidas, pero entonces no era así.“Floreal y yo, más que hermanos somos compañeros revolucionarios, así hemos vivido desde niños.”

Y cuando la pregunta periodística precisa, Faure es el primero en responder: Si José Antonio logra llegar a Palacio para realizar la segunda operación, la batalla hubiera sido más grande. Todos los jefes lo hubieran secundado, tomarían los edificios con la mitad de las armas. Podíamos ganar o no, pero hubiera sido diferente.Si lográbamos la victoria, no se permitirían golpes de estado, ni ejércitos en el poder.

Los ejércitos debían unirse al mando revolucionario. De tomar La Habana, la lucha sería favorable, porque en la ciudad estaba el pueblo. Suponíamos que el Partido Socialista Popular, -no tenía una línea armada, pero era revolucionario- se sumaría, Fidel avanzaría desde Oriente, y podíamos garantizar que el poder fuera de la revolución. Esos detalles, José Antonio los analizó con nosotros. “La historia de Cuba era nuestra maestra”

¿Y el liderazgo?
“El líder indiscutible era Fidel. Estaba reconocido como jefe de la Revolución desde el asalto al Moncada”. Preciso, seguro, Faure recurre a la Carta de México, para demostrar que José Antonio, en ese momento histórico, se puso a las órdenes de Fidel.

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